miércoles, 19 de octubre de 2011

MAS DE 50,000 PERSONAS MURIERON VICTIMAS DE LA DICTADURA DE TRUJILLO:



Más de 50,000 personas perdieron la vida durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, afirmó Luisa de Peña Díaz, directora del Museo de la Resistencia, quien destacó que entre esas víctimas se incluyen alrededor de 17,000 haitianos que murieron en el genocidio de 1937 ordenado por el dictador dominicano. En ese grupo no se incluyen los que sufrieron torturas en las diferentes cárceles.

Aunque la disidencia política fue la principal causa de los crímenes, muchos murieron por ser familiares de un enemigo del régimen, por negarse a trabajar en las empresas y plantaciones del dictador, o por no venderle sus propiedades.

Esos datos aparecen en el Centro Nacional de Registro de Víctimas, Torturados y Desaparecidos, que opera en el Museo de la Resistencia, y en cuyo departamento de investigación se comprueba que esas muertes sean responsabilidad de la dictadura.

El departamento de investigación, dirigido por el historiador Franklyn Franco, indaga si la persona realmente existió y cómo murió o desapareció.

“Se indaga si la víctima fue asesinada por disidencia política o por crímenes comunes de la dictadura como los cometidos en los campos de El Sisal de Azua, en las plantaciones de arroz de El Pozo, Nagua, donde llevaban a los presos políticos y a los campesinos a trabajar sin paga”.

Al ofrecer las declaraciones en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio, expresó, con relación a los disidentes políticos, Trujillo se valió de una especie de asociación de dictadores para cometer crímenes en el extranjero.

Entre esos citó a Anastacio Somoza, de Nicaragua; Francisco Franco, de España; Marcos Pérez Jiménez, de Venezuela, dictadores como Francisco Franco, en España; Carlos Castillo Armas, de Guatemala; Fulgencio Batista, de Cuba, y Gustavo Rojas Pinilla, de colombia.

Décadas sangrientas. La mayor cantidad de crímenes se cometieron en la primera y última décadas del régimen, explicó De Peña al destacar que en la década de 1940 se registraron menos asesinatos por conveniencia del dictador.

En ese período se permitió la creación de partidos políticos para dar la impresión de que habían aires de libertad, expresó.

Entre las organizaciones políticas creadas entonces se citan el Partido Democrático Revolucionario Dominicano, que se convirtió posteriormente en el Partido Socialista Popular.

“Cuando el régimen se dio cuenta de la fuerza que tenía esa organización le sirvió esa apertura temporal para poder identificar a los disidentes, por lo que ahí hubo represión pero en menor escala, aunque hubo un gran exilio.

“Pero en el extranjero comenzó el exterminio de la disidencia”.

El exterminio subió en la década de 1950 y alcanzó su cúspide en los últimos tres años de la dictadura (1959-61) en los que se registran los asesinatos de los miembros del movimiento clandestino 14 de Junio y de Los Panfleteros, expresó De Peña.

“Pero también se cuentan los asesinatos de obreros que trabajaban en obras del régimen, quienes en vez de recibir los pagos por su trabajo eran asesinados y enterrados en fosas comunes. De esa forma murieron más de 100 personas”.

Derechos conculcados. Luis Manuel Pellerano Amiama, antiguo presidente de la Fundación 30 de Mayo, expresó que el crimen y la tortura eran los instrumentos de terror que el régimen utilizó.

“Pero la otra parte que cubría a la ciudadanía estaba en la carencia de libertad de expresión, de tránsito, de religión, el derecho de propiedad.

“Esta es la otra faceta del régimen que va más allá del crimen; por eso la celebración del 50 aniversario del ajusticiamiento de Trujillo significa un hito en la vida republicana del país, porque se inicia la democracia con avances y retrocesos”, expresó De Peña.

El prontuario de Trujillo. La carrera criminal del dictador no comenzó en 1930, cuando asumió la presidencia de la República, sino antes de ingresar a la Policía, antes de la década de 1920, cuando se dedicaba al robo de ganado, dijo De Peña.

“Pero los crímenes que él cometió en El Seibo, en esa época, están registrados sólo como relatos, porque cuando llegó a la presidencia quemó los archivos donde estaban dos expedientes de violación, otros por asociación de malhechores y chantaje”.

Pero el daño de Trujillo a la sociedad dominicana no sólo fueron los crímenes, sino el envilecimiento de la sociedad que traspasó la dictadura, porque el crimen no queda sólo ahí, sino en el clientelismo político y el culto a la personalidad que todavía sufrimos hoy”.

Actividades del museo. El Museo de la Resistencia fue creado mediante el decreto 287-07.

Tendrá su sede en la calle Arzobispo Nouel 210, en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, y abrirá sus puertas el 29 de este mes, a propósito de cumplirse, el día siguiente, 50 años del ajusticiamiento de Trujillo.

Ese museo cuenta con 168,000 documentos del régimen trujillista, que por su importancia han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, según las informaciones ofrecidas por De Peña.

Las claves

1. Asociación dictadores

Trujillo se alió a dictadores de América Latina para perpetrar crímenes contra disidentes dominicanos en el exilio.

2. Museo de Resistencia

El Museo de la Resistencia tiene abierto, desde 2006, un centro de documentación donde los interesados pueden llevar información sobre posibles víctimas de la dictadura, cuya responsabilidad posteriormente se verifica.

Zoom

El ajusticiamiento

El 30 de mayo se cumplen 50 años del ajusticiamiento de Rafael Trujillo. En el complot para matarlo intervinieron Modesto Díaz, Juan Tomás Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Luis Manuel Cáceres Michel, Roberto Pastoriza Neret, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barreras (único sobreviviente), Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda.

Las frases

Luisa de Peña

Directora Museo de la Resistencia

Pero el daño de Trujillo no sólo son los crímenes, sino el envilecimiento de la sociedad, porque el clientelismo político y el culto a la personalidad que sufrimos hoy en día vienen de ahí, vienen de ese régimen”.

Eduardo Díaz

Presidente fundación 30 de mayo

El que dice en este país que aquí hace falta un Trujillo o no lo conoció, no lo padeció, desciende de los beneficiarios, o tiene un gran desconocimiento sobre los desmanes de ese dictador”.

Mayra Báez

Secretaria fundación 30 de mayo

Durante la época de Joaquín Balaguer los libros de texto no incluían los detalles de la dictadura, y fue después de 1979 que se incluyeron. De manera que costó mucho tiempo a los investigadores conciliar toda la información”.

Luis Salvador E.

Miembro fundación 30 de mayo

En el Gobierno de Joaquín Balaguer (1966-78) se manipuló la historia del régimen trujillista. Cuando tergiversas la historia no sabes quién es héroe o villano, y entonces crea una nebulosa en la conciencia de la gente”.

http://hoy.com.do/

domingo, 9 de octubre de 2011

TRUJILLO: EL HORROR NO ES PELICULA.


Por René Rodriguesoriano

Miami, FL.- Para José Petitón, el 31 de mayo de 1961 fue uno de esos días en que Dios y el diablo, distraídos de Imagesus tareas habituales, jugaban dominó o deshojaban margaritas. Guarda fresca en el recuerdo la cara de asombro y de pavor con la que su padre lo haló para el patio, y le sopló al oído la increíble nueva de que habían matado “al hombre”.

Después, pasadas las plegarias del santo rosario y oyéndose apenas las desgarbadas sinfonías de los grillos noche afuera, habría de confirmarlo la radio: en el trayecto entre su natal San Cristóbal y la ciudad que llevaba su venerado nombre, había caído acribillado el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Paradojas del azar. Para la gran mayoría de los dominicanos de la época, el “Benefactor y Padre de la Patria Nueva” estaba por encima del bien y del mal. Elba Infante no lo podía creer. Había regresado temprano a casa de su abuela en los suburbios neoyorquinos, y lo recordó tal y como lo había visto, frente a frente, una tarde en casa de la matrona doña Julia Molina. Elba y su esposo habían mantenido muy buenas relaciones con Petán Trujillo.

José Petitón, en cambio, nació en el seno de una familia signada por algo así como una especie de lepra social. Su padre, había cometido la herejía de mantenerse fiel a las quejas y desavenencias de Rafael Estrella Ureña, quien en desacuerdo con el rumbo que tomaron las cosas en el país, tuvo la osadía de renunciarle a la vicepresidencia al General Trujillo.

“Nací en el 1932, y no sé desde qué momento, pero desde que tengo uso de razón sentí que por todos los rincones de mi casa se respiraba una especie de miedo o enclaustramiento. No se podía hablar de política, nadie hablaba de política nunca, ni en la casa ni fuera de la casa. Pero nosotros no comulgábamos con el régimen, y eso no se podía esconder. La gente lo percibía… Papá tuvo que trabajar de cavador de zanjas en la construcción de la fortaleza. Las oportunidades eran muy escasas y, sobre todo, nadie quería arriesgarse a darle trabajo a un mal visto…”, afirma José Petitón.

A 46 años del ajusticiamiento del hombre que, en más de una ocasión, intentó pulsear sobre las brasas con Dios y con el diablo, tanto José Petitón como Elba Infante recurren a la memoria y a la desmemoria para reconstruir recuerdos de esa época de la que muy pocos dominicanos pudieron salir ilesos.

“Mi padre, creo, fue síndico de Bonao. Era amigo de Petán, el cacique de Bonao. Yo no recuerdo mucho de esos tiempos, sólo sé que eran tiempos en que uno podía dormir con la puerta abierta. Nadie se metía a tu casa ni te atracaba en la calle, los que se atrevían a robar sabían que la justicia de Trujillo no se andaba por las ramas”, sostiene Elba Infante.

Para los dominicanos que padecieron los rigores de la fatídica era de los 31 años del trujillato, el horror no es película: “No se puede expresar con palabras, así por así. Ni siquiera los efectos especiales del cine ni todos los colores del mundo pueden plasmar en un lienzo todo el horror que vivió la familia dominicana. El día más claro era una cosa oscura, muy oscura”, reitera José Petitón.

“Era un país tranquilo –destaca Elba Infante-, todo el mundo vivía bien, todo el mundo fiestaba y había una seguridad. Yo trabajaba, me levantaba a las cinco de la mañana, dirigía un grupo de mujeres que repartíamos leche que el Jefe enviaba de una de sus fincas de San Cristóbal para las familias pobres. Esa leche no se podía repartir hasta que un inspector de Sanidad certificara que la misma no había sido adulterada”.

En cambio, José Petitón, quien después de pasar duras jornadas de penurias en la construcción de las cloacas de la ciudad de Santiago, logró conseguir un puestito de maestro rural en una comunidad cercana a Gurabo, cuenta que caminaba cada día desde su casa a la escuelita, donde sabía que no podía salirse del libreto porque, cualquier palabra de más, además de costarle la vida, ponía en peligro a su familia.

“Había dos clases de trujillistas: los que tenían que callar y aguantar para que no les desmembraran la familia, o para mantener un mísero trabajo… y los que eran trujillistas de corazón”, afirma.

Fue al regreso de su jornada, esa tarde del 31 mayo del 1961, cuando su padre lo esperó con la buena nueva que habría de cambiar de un rafagazo el curso de la historia: “Desde entonces, he visto con más claridad el día. Por mala que haya sido la situación del país, aún en los doce años de Balaguer, uno ha tenido el desahogo de hablar, de quejarse, de poder cruzar donde el vecino y decir lo que siente, cómo ve la cosa…”, dice.

De este lado del mar, más allá de los límites geográficos de la República Dominicana, la pequeña nación que ocupa la porción occidental de la isla de la Hispaniola, al sur de la Florida, quizás muchos habían oído hablar de refilón de alguien de apellido Trujillo. Quizás lo ubicaron en los parámetros de la mitología o la leyenda; un legendario ser que utilizaban los mayores para hacer que los niños se fueran a dormir temprano.

Hasta que Mario Vargas Llosa, el reputado narrador peruano, lo retrató de cuerpo entero en su mundialmente conocida novela “La fiesta del chivo”. Más tarde, su primo Luis Llosa, contando con un elenco en el que sobresalen Isabella Rosellini, Tomás Milián, Steven Bauer, Paul Freeman y Juan Diego Botto, entre otros, la llevaría con secular éxito a la pantalla grande. Lo mismo hizo en teatro, el colombiano Jorge Alí Triana. Desde entonces, el nombre de Trujillo no le es ajeno casi a nadie; hiede a sangre y la gente sabe de inmediato que “hay un país en el mundo…” donde un tirano quiso tutearse con las llamas del infierno.

Este año se cumple el 46 aniversario del ajusticiamiento del tirano. Como en el 1961, hay versiones encontradas; se dividen entre los afectos y los desafectos. Unos, no tienen empacho para proclamar y propalar que en la tierra de Duarte hace falta “mano dura”, otros que, desde el otro lado de la acera, entienden que no debe volver jamás la noche oscura, “el hombre” aquél que, como dijo Pablo Neruda “era el hombre más malo de este mundo (…) gracias a un balazo se enfermó, después de treinta años de gobierno”.

A sus casi 70 años, Elba Infante, ajustándose las gafas y oteando un horizonte que en nada le recuerda su natal La Vega, se vale de los baches de su memoria para balbucir fragmentos de una historia que ha olvidado o no quiere recordar; Desde la otra acera, José Petitón, rondando los 75 y lejos de su amado Santiago de los Caballeros, sobreponiéndose a los estragos de dos preinfartos y parálisis, aclara la voz y, con la misma alegría que celebró la noticia hace 46 años, quiere prevenir a las generaciones de dominicanos por venir… para que no se repita.

martes, 4 de octubre de 2011

PUERTO PLATA Y LOS PANFLETEROS DE SANTIAGO

Por JUAN VENTURA
Tomado del periodico Hoy 20 de junio del 2007.
La Comisión Permanente de Efemérides Patrias acaba de publicar un importante y enjundioso libro, bajo el epígrafe: Los Panfleteros de Santiago y su desafío a Trujillo, con selección final de textos de Edgar Valenzuela.

Entre los 27 panfleteros de Santiago asesinados, en la cárcel de La 40, en el período del 29 y el 30 de enero de 1960, hubo uno de ellos, oriundo de la ciudad de Puerto Plata, que respondía al nombre de Domingo Russo, mártir y héroe de las luchas en contra de la dictadura de Trujillo.

Domingo Russo, como joven al fin y preocupado por el régimen operante en el país que era de oprobio, represión y corrupción, se integró a la lucha. De que el dictador Trujillo cometía abusos, atropellos y asesinatos en contra de sus opositores.

El primer asesinato durante la Era de Trujillo en el año 1930, sucedió en Sosúa, Puerto Plata, lo fue el agricultor José Joaquín Pelegrín (a) Culula.

Los puertoplateños siempre se opusieron y en donde existieron más opositores a Trujillo fue en Puerto Plata, como fueron Rufino Martínez, Dr. José Ramón Kingsley, Fernando Suárez, Fernando Spignolio, Félix La Hoz, los hermanos Rafael y Antonio Vásquez Paredes (a) Toño, José Augusto Puig Ortiz, Armando Rodríguez Victoria, Amiro Pérez Torres, Germán Ornes S., César Alejandro Kingsley, doña Ana Valverde de Leroux, Rafael del Valle, Carlos Grisolía Poloney, Miguel Angel Pelegrín (a) Pin, ex mayor Segundo Imbert Barrera y otros.

Félix La Hoz extendió la conspiración de los panfleteros de Santiago a Puerto Plata. Entre los jóvenes puertoplateños miembros estaban Félix La Hoz, Carlos Sandoval, Domingo Russo, Odalís Cepeda, Rafael Marte (a) Fellito, Félix Gerónimo Escaño Peña (a) Guancho, Miguel Hernández, Rafael Alberto Brugal Paiewonsky (a) Fifo, Luis Albano, José Rafael León (a) Papi, Andrés León, Julián Cabrera (a) Piro, Fabio Rafael González, Héctor González (a) Chichí, Fabio Rodríguez, Carlos Acevedo, Cástulo Landrau (a) Bomba, Leonardo del Valle, Rafael Vásquez, Rafael Antonio Domínguez S. (a) Papi, Pablo Ramos hijo, y otros tantos.

De acuerdo con José Rafael León (a) Papi, la gran mayoría de los fundadores de la Liga Deportiva del Atlántico de Puerto Plata, fundada el 16 de agosto de 1958, fueron miembros de la célula de los panfleteros de Santiago. Todos ellos distribuyeron volantes en la ciudad de Puerto Plata. Dichos volantes decían así: ¡Muerte a Trujillo!, ¡Trujillo asesino!, ¡Viva la libertad!, ¡Abajo la dictadura de Trujillo!. Los panfletos eran confeccionados en letras rojas y negras por Papi León.

El señor Pablo Ramos hijo trabajaba en el correo de Puerto Plata y era evangélico. Este fue detenido el 21 de enero de 1960 y desaparecido por su vinculación a los panfleteros de Santiago.

También fueron detenidos y estuvieron presos en la cárcel de La 40 los señores Odalís Cepeda, Domingo Russo y Leonardo del Valle, asesinados y desaparecidos. El oficial de la Marina de Guerra Leonel Jiménez Gordián (fue detenido y desaparecido).

Félix La Hoz cayó preso y fue encarcelado en la cárcel de La 40. Posteriormente fue libertado. Fue un experimentado capitán de barcos. Estuvo vinculado a las entradas de armas y mensajes procedentes desde el extranjero a Puerto Plata en los años 1947, 1949 y 1959, para las expediciones de Cayo Confites, Luperón y Maimón, Constanza y Estero Hondo, respectivamente.

El ex mayor Segundo Imbert Barrera ha sido vilipendiado por su vinculación en los primeros 17 años de la dictadura de Rafael L. Trujillo. También se le quiso imputar su participación en el asesinato de las hermanas Mirabal Reyes y su chofer Rufino de la Cruz, en el año de 1960, estando éste aun preso en la cárcel trujillista.

El ex mayor Segundo Imbert Barrera fue un auténtico héroe de las luchas contra Trujillo; antes de la frustrada Expedición de Cayo Confites, en el año 1947, a través de su pariente y amigo de infancia Fernando Spinolio Mena entró en contacto con el Frente Interno de Puerto Plata, prestándole su cooperación. Ambos eran personas inteligentes, valientes, con cualidades de líderes y sin miedo para la acción.

No se puede negar de la colaboración que hizo Segundo Imbert al régimen dictatorial de Trujillo, en los primeros años en que le sirvió a éste en varias localidades del país y, muy especialmente, en Santo Domingo, San Pedro de Macorís y su ciudad natal de Puerto Plata, en su calidad de militar.

Las armas que eran traídas del extranjero a Puerto Plata por el capitán de barco Félix La Hoz entraban por el puerto y por las costas de Puerto Plata con el consentimiento tácito del mayor segundo Imbert Barrera.

El dictador Trujillo llegó a sospechar que el mayor segundo Imbert estaba involucrado en una intentona en contra de su régimen. Este fue trasladado desde la comandancia de la Fortaleza San Felipe de Puerto Plata en el año 1949 hacia Pedernales, teniendo como segundo en mando al capitán Danilo Trujillo, portador de instrucciones especiales al respecto.

El frente Interno de Puerto Plata que apoyaría los Desembarcos de Cayo Confites y Luperón, fue denunciado por el capitán Antonio Jorge Estévez. Los principales cabecillas del mismo fueron asesinados. Posteriormente el capitán Jorge Estévez fue ajusticiado en Cuba por exiliados por su alta traición al movimiento del 1949.

Estos jóvenes puertoplateños distribuyeron volantes en contra de la dictadura de Trujillo en la ciudad de Puerto Plata, en las principales calles de allí.

DESAPARECIDOS ,MUERTOS Y TORTURADOS POR TRUJILLO Y SU FAMILIA:



Por Carlos Báez .

Por más que escriban los Trujillistas y traten de modificar y tergiversar muchas historias , es muy difícil,para no decir imposible que el pueblo dominicano olvide que fue víctima de un implacable terrorismo de Estado y de restricciones a las libertades públicas por 31 años .No creemos que este monopolio del poder y negación de los derechos fundamentales se esfume por algunas líneas.Y por más mentiras e infamias que se digan , no podran aparecer los desaparecidos ,no resucitaran los muertos , ni sanarán las heridas físicas y psicológicas de los torturados ,sus familias y de todos los Dominicanos que padecieron por ese régimen nefasto. Jamás esto podrá ser posible.
Aquí hay una pequeña lista de algunos de ellos.Desaparecidos ,torturados o muertos en varios eventos de la vida Nacional ,entre estos los que están algunos nombres de los más de doscientos hombres jóvenes en su mayoría que vinieron en la expedición del 14 de junio de 1959 y murieron`por la Patria ,como otros tambien y los hombres de la gseta heroíca del 30 de myo del 61.
Son :Desiderio Arias ,Sergio Bencosme ; Manuel de Jesús Hernández (pipi) ;Mauricio Baez ;Wenceslao Guillén;Cocuyo Mieses Peguero; Capell Bello ;Antonio Javier Achécar Kalaf, Augusto Juan Alfonseca Espaillat (Puro), Juan Antonio Almánzar Díaz, Juan Antonio Batista Cernuda (Chepito), Gaspar Antonio Rodríguez Bou (Napy), Carlos Luis Cabral Manzano, Félix de los Santos Peralta (Esperanza), Alejandro César Domenech Russo, Miguel Angel Feliú Arzeno (Miguelucho), Pedro Pablo Fernández Cruz, Freddy Guerra Aponte, Ing. Leandro Efraín Guzmán Abreu, Pedro Pablo Fernández Minaya, Rafael Henríquez Rodríguez (Chapú), Francisco Napoleón Hermón Machuca (Papito), Cmdte. Enrique Augusto Jiménez Moya, Leopoldo Jiménez Nouel, Héctor Mateo Calcagno (Mateíto), Dr. Rafael Mella, Rafael Moore Garrido (Fellín), José A. Patiño Martínez (Chepito), Rafael Tomás Perelló Díaz, Federico Augusto Pichardo Díaz, Juan Enrique Puig Subirá Miniño (Johnny), Héctor Enrique Ramírez Castillo (Henry), Cosme Augusto Rojas Pérez, José Andrés Rolán Pérez, Rafael Osvaldo Ross Thomen, Luis Conrado Ruiz (Peligro), Reinaldo Santiago Pou, José Antonio Spignolio Mena (Cuco),Alcibíades Antonio Tavares Pepín (Pigin), Alejandro Fidel Torres (Langue), Juan de Dios Ventura Simó, Víctor Eligio Mainardi Méndez, Rafael Parache,Miguel Alies Messon, Doctor Miguel Alvarez Fadul, Miguel Jacobo Amarante Sevillano, Francisco José Aponte Williard, Ramón José Sebastián Asensio Valverde, Alejandro Báez y Báez, Enrique Belliard Sosa, Dr. Toribio Bencosme Rodríguez, José Fabio Bergés (Grillito), Pedro Julián Bonilla Aybar, Domingo Cabrera Martínez, Julio César Castillo Cruz, Fernando Cestero Martínez (Chichí), Rubén Cordero García, José Ramón Enrique Cordero Michel, Ramón Aníbar Castro Sánchez, Manuel Delgado López, Héctor Emilio de Giudice Herrera, Manuel José del Orbe, Augusto Eufemio Dohse Jorge (Buby), Silvio Augusto Domínguez López, Guillermo Eustaquio Ducoudray Mansfield, Julio Raúl Durán García, Gabriel Emilio Fernández Mármol (Pipí), Juan Figueroa Reyes, Bienvenido Fuertes Duarte, Ercilio García Bencosme (Cilo), Sergio Manuel Ildefonso Genao (Capori), Fernando Gody, Francisco José Grullón Martínez (Frank), Eugenio Grullón González, César Federico Laranquent, José Caonabo Lora Martínez, Juan José Mateo Adames, Conrado Martínez Hernández, Eduardo Salvador Martínez Saviñón, Miguel Meléndez, Dr. Antonio Moca Ricart (Tony), Fernando Ozuna, Herminio Ripoll, Moisés Rubén Agosto Concepción, Dr. José Horacio Rodríguez Vásquez;Enrique Betancourt Carilli, Froilán Flores, Ramón López López (Nene), Frank López Rodríguez, Roberto P. Pichardo Caminada, Oscar Reyes Medina (Cohetico), Aldo Rodríguez Pérez, Antonio Sánchez Pérez, Ricardo Vasallo Alfonso, Oscar Luis Vega Acosta, Luis Cárdenas Betancourt.
: Luis Alvarez, Luis Ramón Reyes, Juan Reyes, Ramón Ruiz;José Altagracia Arias Quintero, Diego Avila Piller, Juan Cárdenas Soto, José Isaac Molina González, Generoso Hernández, Pedro José Linares Badillo, Luis Alfonso Medina Rosales, José Luis Rodríguez, Luis Cárdenas Betancourt;Jesús de Galíndez,Jose Almoina; las tres hermanas Mirabal .Más de 17,000 haitianos y tampoco podran borrar los miles de engañados y usurpados de sus propiedades ,los muchos apaliados como los de la calle El conde el 28 de octubre de 1946 ,y el atentado de Romulo Betancourt ,como los muertos y torturados por los esbirros de Trujillo y su hijo Ranfis: Mario y Bolívar de la Maza ,Rafael Augusto Sánchez y Segundo Imbert, Ernesto de la Maza; Pirolo de la Maza y Tomasito Díaz .Los Heroes Nacionales :Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Manuel (Tunti) Cáceres Michel, Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza Neret , Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barrera, Pedro Livio Cedeño ,Miguel Baez Diaz y Huáscar Tejeda.

lunes, 3 de octubre de 2011

DEUDA EXTERNA Y TRUJILLO.


FRANCISCO BERROA UBIERA, HISTORIADOR

La nación dominicana fue endeudada enormemente durante la segunda mitad del siglo 19 por el dictador dominico-haitiano Ulises Hilarión Heureaux Lebert o Level (a) Lilís, quien a la hora de su muerte en 1899 deja pendiente de pago la suma de 40 millones de pesos mejicanos y las aduanas en manos de extranjeros de la compañía denominada The San Domingo Improvement Company of New York.

Después de ciertas negociaciones y de muchas amenazas de desembarco militar por parte de los acreedores extranjeros del país, el gobierno dominicano de Ramón Cáceres fue obligado a firmar un arreglo de cuentas en 1907 o Convención Dominico-Americana, por medio de la cual la deuda externa se fija en la suma de US $ 20.0 millones para ser pagados a más tardar en 1927.

A esta onerosa deuda se le agrega una nueva que fue contraída por los gobiernos norteamericanos de ocupación entre 1916 a 1924; en este último año la nueva deuda fue consolidada por medio de una nueva Convención que la fija en US $ 25.0 millones.

Trujillo inicia su dictadura en febrero de 1930.

Yo nací a finales de 1953, y crecí en la ciudad de Santo Domingo, valga decir en un ambiente urbano en medio de una familia trujillista; fui educado en la escuela trujillista, oyendo decir a los maestros que Trujillo era mejor que Dios y más grande que los padres de la patria, incluso era considerado por esos calieses o espías del gobierno enganchados a educadores como superior a Juan Pablo Duarte el fundador de la República, y decían además que Trujillo era más ético que el maestro de maestros don Eugenio Maria de Hostos, y más magnánimo y espiritual que el Papa y que los obispos de la iglesia católica.

La propia iglesia lo endiosaba y muchos curas estaban más al servicio de la dictadura que a sus propios templos y seguidores.

Recuerdo haber oído decir a mis mayores que el Jefe Trujillo era el único dominicano que había pagado la deuda externa como algún uno todavía hoy lo sostiene.

Ese es otro mito que han divulgado hasta la saciedad los periodistas, los políticos, los pseudos historiadores, y sobre todo los mitómanos trujillistas hijos de los cleptocratas y alcahuetes que se enriquecieron a su lado supuestamente administrando sus bienes y propiedades.

Trujillo y la deuda externa

La afirmación de que Trujillo pago la deuda externa esta basada en el hecho de que en 1947 el otrora dictador ordenó la tesorero de la nación el pago la suma de US $ 9, 271, 855.55 adeudados a los Estados Unidos desde 1924, es decir, la deuda de US $ 25.0 millones reconocida mediante la Convención Dominico-Americana, y que aunque debió pagarse en 1942, el legendario Dictador no la pagó.

Trujillo gestionó en 1940 un arreglo de cuentas con el gobierno de los Estados Unidos denominado Convención Dominico-Americana de 1940 (divulgado por los publicistas del funesto régimen con la denominación de Tratado Trujillo-Hull), por medio de la cual la deuda que debía ser pagada en 1942 fue diferida para pagarse en 1947, es decir que Trujillo pagaba tarde, y por lo tanto pagaba mal porque el retraso de un pago de una obligación de este tipo conlleva el pago adicional de moras y de intereses adicionales.

Sin embargo, hecho el pago de la deuda en 1947 el dictador actuó como una buena gallina cuando pone el huevo, y cacareó a los cuatro vientos por todos los medios de comunicación y de propaganda a su servicio -que eran muchos- que había pagado la deuda externa, y lo dijo con tal intensidad que todavía ciertos ecos extraviados en el tiempo lo continúan repitiendo.

Y ciertamente Trujillo pago esa deuda tarde y mal porque dicha deuda debió liquidarse en 1942, y no lo hizo.

Sin embargo, mucho antes que Trujillo el general don Horacio Vásquez Lajara liquidó en 1927 la deuda heredada del siglo 19 que fue consolidada mediante la Convención Dominico-Americana de 1907.

Tras Rafael Trujillo alcanzar el poder por medio de un golpe de estado contra don Horacio Vásquez, su protector, impuso dos gobiernos títeres (los de Rafael Estrella Ureña y el de Jacinto B. Peynado), y organiza una farsa electoral antes de juramentarse como Presidente el 16 de agosto de 1930.

Habiendo los nuevos gobernantes heredado una deuda de aproximadamente US $ 20.0 millones, no obstante entre mayo y agosto de 1930 Trujillo viaja a los Estados Unidos para solicitar en los Estados Unidos un nuevo préstamo por la suma de US $ 50.0 millones, siendo considerado por los funcionarios norteamericanos del Departamento de Estado como un loco e insensato, y claro dicha solicitud de préstamo no fue atendida.

Pero lo que nadie se imagina es que después de ser saldada la deuda de 1925 en 1947, con un retraso de cinco años, el dictadorcillo concentra sus esfuerzos en la tarea de endeudar la nación.

Solicita y obtiene varios préstamos del Eximbank, uno del Fondo Monetario Internacional, y otros varios con bancos extranjeros y nacionales, gestionando y obteniendo varios préstamos para sus empresas privadas pero dando en garantía bienes públicos.

Por ejemplo, en 1960 obtuvo un préstamo del Banco Nova Scotia por la suma de US $ 30.0 millones para destinarlos supuestamente para la renovación tecnológica de sus ingenios azucareros, pero dando en garantía la Reserva Monetaria del Banco Central, claro está que con el visto bueno del presidente títere Joaquín Balaguer.

En fin, a la hora de su muerte en 30 de mayo de 1961 de este último préstamo Trujillo no había pagado un solo centavo, y Balaguer vació las bóvedas del Banco Central para pagar los US $ 30.0 millones, mora e intereses, y esta operación no fue registrada en términos contables como una deuda externa de la nación, aunque de hecho lo era.

Por lo tanto, Trujillo a la hora de su muerte dejó a los dominicanos deudas por encima de los US $ 60.0 millones, es decir, más de tres veces la deuda encontrada por su primer gobierno en 1930, aunque en el Banco Central solamente se registra en 1961 una deuda externa por la suma de US $ 14.0 millones.

Cuando ustedes oigan decir que Trujillo pagó la deuda externa, díganle a quien lo afirme que esa es una gran mentira fruto del desorden propio de un estado fallido en donde reinan la cleptocracia y la impunidad judicial.

EL TRUJILLISMO CHOCA CON LA LEY

EDITORIAL PERIODICO HOY
del 14 de novembre del 2010.
Las sociedades y los Estados tienen que protegerse de los ejercicios políticos que a través de la historia resultasen de demostrada nocividad y babarie. El nazismo está totalmente proscrito en Europa y gran parte del mundo. La estela de destrucción y genocidios que produjeron la locura y egolatría de Adolfo Hitler condenaron para siempre su identidad y objetivos. Lo mismo ha de ocurrir con la tiranía de Trujillo que aplicó todas las formas perversas posibles para esclavizar a esta nación. Es inaceptable que se pretenda, en nombre de visiones anti históricas, colocar a Trujillo en un lugar digno en el presente. Y mucho menos que se quiera invocar para lograrlo el respeto a las libertades de expresión y participación política. Lo prioritario es invocar los horrores sin medida que se padecieron a causa del Trujillismo, todavía ilegal, para que esta sociedad se mueva siempre en el sentido de impedir que resurja.

HACE FALTA UN TRUJILLO





Por José Alduey Sierra.


La muerte de Rafael Leónidas Trujillo Molina, la noche del 30 de mayo del 1961, significó la desaparición física del Jefe y el derrumbe de una tiranía. Trujillo produjo más daño y dolor que bienestar social. Sus crímenes horrendos, sus torturas, su gobierno despótico y dictatorial maltrató y humilló a muchas familias. Su obra de odio, maldad y sangre marcó la conducta normal de su tiránica administración. Se habla de más de 50 mil muertos en su régimen.
Su peor legado es haber institucionalizado el crimen desde el Estado, el latrocinio , la delincuencia, y mantener la ignorancia y la miseria de la población más pobre . Todo el modelo macroeconómico faraónico que heredamos hoy, que eterniza la miseria, porque estrangula la población más pobre, sin desarrollo humano, es originario de la tiranía de Trujillo. Nunca pagó salarios decentes ni desarrolló la educación. Lo mismo que ahora. En materia de políticas sociales y económicas vivimos en plena Era de Trujillo.
Un grupito de funcionarios, el dictador y su familia eran los únicos con derecho a la prosperidad, al despilfarro y al derroche de los fondos públicos. El mismo modelo de la democracia con Joaquín Balaguer, con el PRD y con el PLD y el presidente Leonel Fernández. Faraonismo y macroeconomía estable, sin impacto social.
Su muerte fue el final de la dictadura, el derrumbe completo de una era de opresión, muertes y abusos, que tuvo como punto culminante el salvaje y brutal asesinato de las hermanas Mirabal y el periodista español Jesus de Galindez. Con los crímenes y torturas más horrendos ocurridos en la cárcel de la 40, el martes 30 de mayo de 1961, desapareció físicamente el tirano y se derrumbó aquel régimen oprobioso. Pero no el trujillismo como cultura, ideología y visión social mezquina del Estado frente a la mayoría de la población. Ese trujillismo sigue vigente, sigue vivo en la democracia.
Trujillo edificó muchas obras. Es cierto. Creó el sistema financiero y fundó el capitalismo. Hizo toda la infraestructura vial y hospitalaria. Pagó la deuda externa. Creó el Banco Central y el Banco de Reservas. Hizo mucho. Pero fue una sola administración de 31 años, equivalente a ocho períodos de gobiernos democráticos consecutivos. Bien analizados, los logros del trujillismo no son tan extraordinarios como los quieren presentar sus defensores y familiares. Cumplió deberes fundamentales del Estado moderno en cualquier Nación. Tampoco es como para perdonarlo, justificar sus crímenes y mandarlo a la Gloria.
La pregunta que todos debemos formularnos es la siguiente: ?Ocho presidentes democráticos lo habrían hecho igual, mejor o peor?. Quizás mucho mejor, y con libertad y respeto a la vida. Entonces, sus logros no son tantos ni tan significativos. Mucho menos al precio de sangre y dolor que debió pagar la Nación. En material de obras, Leonel, Balaguer y Trujillo están en la misma página de la historia. Son modelos idénticos. Son peores que Trujillo en corrupción por cuestión de tiempo.
No podemos decir que hace falta un Trujillo y que no valió la pena haber matado al dictador 50 años después y darle paso a una era de libertad de hablar y elegir nuestros gobernantes. Porque en la democracia haya muchos trujillitos, enriquecidos a la sombra del Estado. Trujillo y su corte era un grupo reducido de ladrones y matones. Es verdad que ahora es masiva la fuerza de la impunidad y la corrupción. Pero podemos combatirla, denunciarla y corregirla con el poder del voto y de la prensa.
¿Ha sido la democracia peor que Trujillo? En algunos aspectos sí. Pero eso no justifica ninguna dictadura. La democracia, la libertad, es preferible siempre. Por más incompetente y decepcionante que sea. Porque el votante tiene la palabra para castigar sus malos gobernantes en las urnas. Siempre puede escoger algo mejor. Pero siempre elegimos lo peor. Al menos malo. No al bueno.
No sabemos elegir o tenemos los ojos cerrados por los de arriba con la pobre inversión en educación. Exactamente igual de pésima y desastrosa en los trece gobiernos de la era democrática post-trujillista con la gobernabilidad administrada por el PLD (tres períodos, 12 años), PRD (tres períodos, 12 años y PRSC (seis períodos, 22 años). Como quiera es preferible a la dictadura. Lo demuestran las grandes democracias contemporáneas, como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania. Aunque en todas partes hay muchos problemas.
Apenas hemos tenido 12 gobiernos democráticos, en 50 años, después del ajusticiamiento de Trujillo. Si no contamos los siete meses del primer presidente e electo Juan Bosch (1963), derrocado por los gorilas del trujillismo, el triunvirato de Donald Reid Cabral ni la gestión de Francisco Alberto Caamaño Deñó (1965) ni la transición hacia el balaguerismo con Héctor García Godoy, tras la Guerra de Abril de 1965.
Es de suma importancia establecer los compromisos de Estado contraídos por Balaguer con el trujillismo. Porque es bien claro: Balaguer gobernó con las botas de Trujillo. No es nada nuevo. Pero que lo admita la familia Trujillo le da categoría de un hecho histórico consumado. Y explica todo el comportamiento militar y civil posterior desde el poder, especialmente en los doce años, 1966-1978. Todo el abuso de la era oscura y sangrienta del balaguerismo fue planificado. Que luego, retornado al poder por el PRD, liberalizó un poco sus mandatos en 1986-1994. Pero un gobernante malo, en democracia, al servicio del trujillismo.
Lo importante es ver ahora en qué forma ha podido perpetuarse el trujillismo en la sociedad dominicana actual, desde la caída del dictador hasta nuestros días. A partir de esa alianza estratégica Balaguer-Trujillo. Que se ha mantenido en lo ideológico-cultural, en las políticas públicas clientelistas, en el manejo del presupuesto y los recursos del erario público, en la corrupción y en la impunidad, con la presencia en el poder de los partidos gobernantes de la era democrática, llamados a producir el cambio, el relevo generacional, con el PRD y el PLD y sus respectivos gobiernos. Sólo hay que mirar las babilónicas villas de riqueza y los tugurios de la pobreza.
Queda demostrado, si es que hacía falta esa demostración, que el nacimiento de la democracia, trae como secuela , pese al ajusticiamiento de Trujillo, la permanencia del trujillismo, como escuela de teoría y práctica política de Estado, algo que se refleja en la superestructura de la sociedad, en la clase media y las clases bajas, así como en la conducta caudillista y mesiánica de nuestros gobernantes, amaestrados en el seguimiento de adhesión al trujillismo en muchas de sus manifestaciones políticas, ideológicas y culturales.
Podemos palpar trujillismo en la violencia intrafamiliar y los altos niveles de criminalidad en la sociedad dominicana de hoy, con la muerte de más de 200 mujeres al año, como secuela directa del machismo a ultranza y el mal ejemplo que brindan desde arriba las autoridades judiciales con la impunidad y la tolerancia absoluta a la corrupción y el crimen como herencia fatal del trujillismo.
El servilismo político hacia la autoridad establecida, el guapismo como demostración de fuerza, hombría y valentía, el exceso de autoridad militar, el autoritarismo civil, el jefismo y el abuso de poder, son expresiones claras de una nación que todavía vive inmersa, en muchos aspectos, en la mentalidad del trujillato.
Es que el trujillismo es un modelo de ejercicio del poder todavía vigente, vivo, y con mucha fuerza en el país. No importa quién gobierne. El afianzamiento del paternalismo, el endiosamiento de los gobernantes de turno, está presente en esa cultura del trujillismo, la biblia de la clase gobernante dominicana en el manejo político del Estado. Es trujillismo lo que impera en los cuarteles, con los altos mandos militares ricos, y con veinte guardaespaldas para cuidar sus fincas, una manera de reproducir el perfil del Jefe.
Si miles de dominicanos mueren ametrallados por la Policía en los denominados “intercambios de disparos”, en pleno Siglo XXI, eso es secuela del trujillismo más puro en la democracia, en flagrante violación a los derechos humanos. La justicia es ajena a ese permanente pelotón de fusilamiento. Es que la conducta político-militar frente a los civiles sigue normada por el abuso de poder, el atropello del militarismo rancio que mantiene los patrones trujillistas como estandarte en muchos estamentos de las Fuerzas Armadas y la Policía, en la conducta práctica, con violaciones elementales a su Ley Orgánica de los cuerpos militares y policiales.
La tarjeta de un oficial militar tiene más categoría de ley que los principios constitucionales. Esas “tarjeticas” tienen más influencia y más poder que cualquier legislación establecida. El jefismo, una categoría histórica en el país, coloca en funciones públicas a personajes incompetentes por pura influencia política, en desprecio de profesionales académicos y preparados. Civiles y militare. E so es puro trujillismo.
Sin esas prácticas de transferencia de la influencia y el poder, José Figueroa Agosto probablemente jamás habría penetrado tan hondo como lo hizo en los más altos niveles de la sociedad civil ni en los estamentos militares corrompidos por el narcotráfico. La vuelta al trujillismo no es más que una expresión de descontento, válida frente al deterioro profundo de la autoridad Por la crisis derivada de la impunidad compartida por el tripartidismo. Es una expresión de desahogo nacional, ante la impotencia. Lo que la gente quiere es más autoridad, más respeto a la ley y más orden con justicia social. No más Trujillo.

José Alduey Sierra. Periodista dominicano residente en Nueva York

NI OLVIDO NI PERDON.

Tomado del blog OPINIONES INCORRECTAS

No había querido hacer mención a la nueva entrega de "Las aventuras de Angelita y familia", publicada ayer en un diario que yo creía más serio hasta que empezó a sorprenderme para mal, dorandole la píldora a la parte mala de la familia Trujillo (y digo parte mala porque no me cansaré de repetir que hay Trujillos buenos, que se avergüenzan de los crímenes de sus parientes y que no tienen porqué cargar con las consecuencias de algo que ni han hecho ni les identifica). Me parecía redundar en lo mismo y no me parecía noticia que Angelita y Ramfito afirmasen que no tenían que pedirle perdón a nadie. Lo raro hubiera sido lo contrario. Un gesto de humanidad, de vergüenza, de empatía por su parte sería lo imposible, porque tanto la madre como el hijo sin incapaces de actuar como si tuvieran algo dentro.

Las víctimas de la tiranía coinciden en que tampoco hubieran querido su perdón. Porque ya es demasiado tarde, porque no sería sincero, porque tendrían que haber ido de rodillas -como leí- por las puertas de cada uno de ellos a disculparse por cada acto salvaje.

Si he cambiado de idea y he decidido escribir acerca de esta noticia, ha sido por la opinión de Machy Cedeño sobre este tema:


Yo no perdono a nadie ni tampoco perdono a los dominicanos que se quedaron sentados y escondidos y en silencio de mayo hasta noviembre y no levantaron un dedo para proteger a mi padre y a sus compañeros. Mientras más edad tengo, menos entiendo a mi país y peor me siento en haber perdido a mi padre. No valió la pena su sacrificio ni el de mi familia.

¿Y cómo perdonar? Durante seis largos meses, absolutamente nadie, ningún organismo internacional, movió un puto dedo para salvar las vidas de Pedro Livio Cedeño, Modesto Díaz, Tunti Cáceres, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda y Salvador Estrella Sadhalá. Era vox populi que estaban siendo salvajemente torturados y jamás se le exigió a Ramfis Trujillo la liberación de los tiranicidas. Parece que importaba más una transición pacífica que las vidas de estos pobres hombres, ya los únicos que quedaban presos, porque el resto habían sido masacrados a buenos tiempos. El pueblo lo sabía, el Presidente lo sabía, los EEUU lo sabían, la OEA lo sabía. Y nadie, ni una sola persona aparte de sus esposas, hizo nada para que fuesen liberados.


Como lo que Ramfis quería era matar a los sobrevivientes del ajusticiamiento, si para que se fuera tenían que pasar por que lo cumpliera; ¡qué los matara! Acaso todos los que lo permitieron no se dieron cuenta de que la libertad había sido gracias a esos hombres y que ellos también eran el marido, el padre, el hijo de alguien. Seres humanos.


Pero no, se obró egoísta e interesadamente.


Por éso alabo que Machy no perdone y añado que si una de las víctimas hubiera sido mi padre, mi madre, mi pareja, mi hijo; no hubiera parado hasta que al lado de su tumba estuviera la del hijo de puta que lo metió ahí. Admiro mucho la civilización y templanza de las víctimas, porque yo no habría podido aguantarme como ellos lo hicieron para que finalmente no hubiera justicia.


Pechito murió a manos asesinas -las suyas propias-, suicidado a destiempo, pero viejo y en su casa. De Ciriaco de la Rosa he tenido que escuchar que, en el pueblo de EEUU dónde residió desde que Montes Arache le abrió a su grupito asesino las celdas, era buen vecino e incluso hacía un favor a quién se lo pidiera, por lo que la gente le tenía aprecio. Pirulo Sánchez Rubirosa se murió de un cáncer y de no ser así, por ahí viviría feliz a día de hoy. Ésta es sólo una pequeña muestra entre muchos casos, sin olvidarnos de que aún quedan torturadores y asesinos vivos a los que nadie molesta.


Hay que ser muy, pero muy generoso para no tomar represalias contra esa basura. Porque perdonarlos es IMPOSIBLE

LA PERVERSIDAD RECURRENTE DEL TRUJILLISMO


Escrito por
Dr. Roberto Cassá

He aceptado participar en este encuentro acerca del libro atribuido a María de los Ángeles Trujillo (Angelita), Trujillo. Mi padre con el fin de exponer mis opiniones personales. Aclaro que el hecho de ser yo director general del Archivo General de la Nación, institución que convoca esta noche, no compromete en ningún sentido a la institución, puesto que posicionamientos de ese género no forman parte de las atribuciones del Archivo General de la Nación. He querido traer escrita la ponencia, por otra parte, para obviar por adelantado hacer cualquier referencia a las posiciones que expresen los demás expositores en este encuentro.

Este encuentro se celebra por sugerencia del profesor Mario Bonetti, por haberse considerado valederos los motivos de su solicitud. Pero si asisto como expositor es porque pienso que, en rigor, lo que debe analizarse no es el “libro de Angelita”, sino el reclamo anacrónico y diabólico del trujillismo que contiene. Hoy el trujillismo carece de toda importancia práctica, por lo que ha optado por restringir su discurso a la validación del pasado de su dominio. Si bien la reivindicación del trujillismo constituye un despropósito producto de una exacerbada bancarrota política y cultural, no deja de tener posibles implicaciones que es preciso enfrentar. Finalmente, lo que aconteció durante los ominosos treinta y un años ha dejado no pocas estelas que no han sido todavía superadas. Por tanto, aun cuando el trujillismo no puede tener vigencia alguna en el terreno político, puede ser esta la ocasión de desmontar argumentos con que se pretende cuestionar la lucha por la democracia que tanta sangre ha costado de lo mejor del pueblo dominicano.
En rigor, sin embargo, no hay nada nuevo que decir a propósito de este libro, que no es más que un pestilente desecho de infamias. Ahora no hago más que reiterar posiciones que he esbozado desde hace mucho tiempo como historiador social e irrenunciable antitrujillista de izquierda.

Parto de la premisa de que el libro que hoy se comenta no es “de Angelita”, sino una obra colectiva, en la cual se ha pretendido validar el trujillato con idénticos argumentos y procedimientos que los utilizados por los alabarderos del régimen caído en 1961. Para mi análisis, sin embargo, carece de importancia quiénes han sido los autores de esta obra. Lo interesante es que han aunado esfuerzos en el propósito para presentarse la actual emanación del discurso despótico extremo. De paso, cabe constatar la tremenda indigencia intelectual de la capillita trujillista, que hace acto supremo de presencia en un libro muy mal escrito, plagado de falta de ortografías, disparatoso, carente de todo ingrediente intelectual y de cualquier consistencia expositiva. Posiblemente estos señores han llegado a la conclusión de que el ordenamiento político vigente en el país ha dado muestras de tal grado de incapacidad que hace creíble que se reproduzca al pie de la letra el discurso ideológico desfasado del trujillato. A pesar de la indignación que suscita la intención malévola que guía este libelo de manchar las reputaciones de los antitrujillistas, en seguimiento de los moldes del discurso de la Era, no se le puede evaluar de manera emotiva. Ante todo el ruido que han pretendido hacer estos autores anónimos se puede atribuir a la apuesta que hacen de los efectos que podrían capitalizar de las limitaciones y contradicciones del ordenamiento democrático actual. Así pueden proclamar, como lo hacen en este libro, un supuesto balance favorable a la tiranía de los treinta y un años, que según ellos se define no más que por sus realizaciones materiales.

Este “libro de Angelita” tiene en primer término esa intencionalidad, que es forzosamente despreciable. Ante sus seudo-argumentos, lo que queda es reiterar posturas que asumieron los antitrujillistas en sus heroicas luchas por la libertad. La “importancia” es del todo punto insustancial porque está hecho en clave retrospectiva. El libro parece estar escrito en 1961, como si el tiempo de la historia se hubiese detenido y la verdad horrorosa del esquema trujillista de dominación no se hubiese hecho inconcusa. Aquí se encuentra, por lo demás, una señal de un rasgo de la elaboración ideológica del trujillato, que fue la alteración flagrante de la realidad de las cosas. La mentira hiriente se renueva en la tónica dominante de este libro, que intenta pasar por encima a las pilas de cadáveres que dejó detrás de sí la larga noche del terror de Chapita Trujillo, ese paradigma del crimen, la opresión, el robo y toda la maldad posible en la historia dominicana.

A la luz del tiempo presente, esta operación adolece de falta de toda eficacia. El solo hecho de que estemos congregados aquí para cada quien expresar sus criterios de manera libre delata un progreso histórico que inutiliza los alegatos contenidos en el libro. La capacidad de que se digan las cosas como fueron tiene un valor decisivo a la hora de emitir juicios históricos, como se hace en este momento. Bajo Trujillo la mínima disidencia conllevaba muerte, tortura o exilio. El hecho de que todavía tengamos que afrontar este debate tiene una causa: Tras la muerte de Trujillo no pasó nada en el país, no se ajustaron cuentas con los criminales materiales e intelectuales. De todas maneras qué bueno que este adefesio de libraco pueda circular, porque nos ayuda a ratificar el develamiento de las matrices ominosas del trujillismo.


"La perversidad recurrente del Trujillismo", ponencia del doctor Roberto Cassá sobre el libro de Angelita Trujillo II.
Visto el contenido del libro de reproducir sin modificación el conjunto de patrones de la ideología trujillista, no es solo desfasado, sino sobre todo resulta infamante sin apelación. Por tal motivo, carece de objeto discurrir acerca de sus afirmaciones, todas cargadas de una perversidad inaudita. Nada lo hace merecedor de un debate historiográfico especializado o de una ponderación profesional como fuente. El libro destila mierda, es el peor desecho que puede emanar del ser humano, en este caso un excremento de un concierto de individuos que, desde sus antepasados legitimadores de la mentira y el crimen, perdieron la honra y, por ende, el atributo de la humanidad bien entendida. Solo hay que ver cuánta infamia recorre sus pestilentes páginas, cuando asevera mentiras flagrantes para traspasar los crímenes del tirano a otros. Es el caso de la trama fantasiosa para exculpar a “Papá” del crimen de las hermanas Mirabal, hecho que no puede negarse y que tiene que ser recogido por el espíritu malicioso que anima estas páginas como procedimiento falaz para obviar miles de crímenes y de pasada y a conveniencia endilgar a otros algunos de ellos.

Empero, ya que la firmante del libro sangra por la muerte de papá, conviene poner enmendar algunos de sus absurdos. Pretende nada menos que el complot que desembocó en la muerte de Trujillo estuvo originado por una maniobra de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, que nada menos concibió y alentó el asesinato de las hermanas Mirabal a través de Luis Amiama Tió y José René Román Fernández. Ante un hecho de tal gravedad como ese crimen múltiple, se pretende que Chapita, que controlaba el mínimo movimiento de todos los dominicanos con significado político, iba a quedar impasible o prisionero de un dictamen de una entidad extranjera.

Vale reiterar lo que es ya un saber incontrovertible acerca del 30 de Mayo: Fue un hecho libre de dominicanos que decidieron correr todos los riesgos. Su hazaña los hace acreedores de la categoría de la heroicidad. Obraron por su cuenta y riesgo, en suprema manifestación de libertad y bravura. Aceptaron la colaboración de la Agencia Central de Inteligencia, pero los conjurados del interior del país no eran sus agentes o instrumentos. Está documentado hasta la saciedad que el gobierno de Estados Unidos, ante el fracaso de la expedición contrarrevolucionaria de Bahía de Cochinos, ordenó detener el operativo para liquidar a Trujillo y que los “disidentes” rechazaron ese criterio imperial.

Dentro de ese tenor, en este libro se llega a la infamia de pretender que todos los antitrujillistas obraron con el propósito de apoderarse de la fortuna de “papá”, ese hombre angelical (como la hijita), tan bondadoso que parece alcanzar la santidad. La inmensa fortuna del tirano, labrada a costa de la sangre de todo un pueblo, parece que fue bien habida, pues ni siquiera se molestan los autores en explicar su origen. Se llega a lo grotesco cuando se asevera que algunos movimientos del héroe Antonio de la Maza en el terreno de la ejecución libertaria del 30 de Mayo se debieron al ansia por apoderarse del maletín del gran ladrón. Se le adjudica esta caricatura a quien durante años se dedicó a dilapidar el dinero que provenía de su aserradero en Restauración, penetrado por la amargura lacerante de la espera del momento de la justa venganza.

Este batidero descarta, pues, toda reflexión concienzuda en el terreno historiográfico. Nada de lo que contiene este libro alcanza la entidad que lo haga un medio de obtención de información o de replanteo de lo conocido acerca de la Dictadura. Sería un ejercicio enervante proceder a refutar las malignas aseveraciones una a una, aunque las evidencias en contra sean abrumadoras. El apoyo documental está cimentado nada menos que en documentos por encargo cuya veracidad no puede ser aceptada. Pongo el caso del infamante propósito de presentar como dos cobardes a los presos Segundo Imbert y Rafael Sánchez Sanlley, asesinados al otro día del tiranicidio. Angelita y sus socios se amparan en unas declaraciones hechas ante notario por el coronel Horacio Frías, jefe del penal de La Victoria, un criminal horroroso que ese mismo día asesinó a un teniente del ejército. Dice Frías que hubo que cargar en medio de un griterío de pánico a Imbert, al tiempo que Sánchez también se había desencajado por el temor a la muerte. Sin embargo, José Daniel Ariza, compañero de prisión de ellos, afirma que los vio salir sin que notara señal alguna que delatara el pánico que les atribuye Frías. Rafael Martínez, otro de los prisioneros, ratifica la versión de su compañero de celda. Ambos, al igual que otros del penal, como el fenecido doctor José Antonio Fernández Caminero, son categóricos en cuanto a que no es cierto, contrario al expandido mito retomado en este libelo, de que Segundo Imbert abandonó el penal para participar en el asesinato de las hermanas Mirabal.

"La perversidad recurrente del Trujillismo", ponencia del doctor Roberto Cassá sobre el libro de Angelita Trujillo III

Por consiguiente, se exige sí la reiteración enfática de la apología de quienes dieron sus vidas, al margen de deslindes ideológicos y políticos. Por esto, me permito hablar a nombre de los muertos, de los torturados, de los castigados, de todos, con independencia de las culpas que algunos pudieron albergar con antelación y de las diferencias que pueda haber con las posiciones de muchos de ellos. Aunque el antitrujillismo de derecha iba en sentido contrario a la historia, sus exponentes, como gran parte de los complotados para la gesta del 30 de Mayo, al igual que todos los demás antitrujillistas, tuvieron la razón en sus empeños libertarios.

Porque lo que está en juego en estas sucias páginas no es solo producto de la torpeza propia de unos estúpidos. Se pone en escena la criminalidad inherente al orden trujillista. Angelita asume la desenfadada validación del asesinato como procedimiento político. Es lo que hace respecto al grupo de complotados del 30 de mayo en la Hacienda María. La sed de la venganza, ante un hecho reparador de la justicia, la lleva a enaltecer el crimen como procedimiento admitido.

No es únicamente Ramfis Trujillo, pues, quien asume la criminalidad ante el futuro, en la remembranza de su amigo y no menos criminal ex marido de Angelita. Angelita también se asocia con el crimen en expresión de su participación efectiva con la barbarie imperante. La en apariencia cándida Reina de la Paz reunía desde entonces un complejo de figuras delictivas. Su fastuoso atuendo no solo chorreaba la sangre de tantos animalitos del extremo norte de Rusia. Estos encajes y diamantes traslucían un resumen del crimen. La Reina de la Paz, la hija mimada, se trastoca en lo que es: una vampiresa, Reina de las Tinieblas de la Larga Noche. Literalmente esta abuela obesa de hoy y pretendida santurrona imbricó casi desde la niñez el crimen con sus delirios desenfrenados de cualidad patológica. Es suficientemente elocuente el suicidio de su marido, tan denostado en el libelo pese a haber sido un espantoso criminal, cómplice de papá y del admirado Ramfis, al tiempo nada menos que portavoz retrospectivo de la criminalidad del primogénito del tirano. Angelita pertenecía a una familia que tenía varios feroces criminales. Ella estaba enterada de todo lo que sucedía y pretende hoy presentar con arrogancia.
En el decurso de la perversidad esta singular Reina acude a dos referencias absolutorias acerca de la muerte, con un breve intervalo de tiempo, de los esposos Pilar Báez y Jean Awad. Estoy de acuerdo con que este tema no está cerrado, aunque en el propio libro se ofrecen pistas de que la misma Angelita, y no necesariamente el cornudo marido, extraño monstruo, débil por la vampiresa al parecer hasta su reciente suicidio, estuvo detrás de una sañuda persecución del teniente Awad, como lo ha explicado don Papito Candelario, entonces integrante del Ejército Nacional y testigo de esa situación. Busca la arpía la coartada con este alegato con el fin de obtener la absolución por el conjuntote los crímenes de todos los Trujillo.

Bueno, ¿algo entonces razonable en esas páginas? Al menos que es de utilidad que quede retratada la sustancia irremediable del trujillismo. Al fin y al cabo Angelita dice verdades que todavía son aleccionadoras, aunque sean conocidas hasta la saciedad. Es el caso de la empatía de papá por Estados Unidos y el correspondiente furor anticomunista que lo animaba. Es lógico: las pieles de armiño, los brocados y los diamantes de la corona son la antítesis del ideal de quienes ofrendaron sus vidas desde una posición anatematizada.

Como es lógico, el antitrujillismo irreductible genera el furor patológico de la Reina a nombre de la honorabilidad de papá. En páginas escritas por algún idiota de la capitllita, que usa la ocasión para pretender erigirse en filósofo intérprete del trujillismo, se recurre de nuevo al argumento manido de la Era acerca del progreso material como signo esencial. Es lo que le dio la tónica a los protervos discursos de Manuel Arturo Peña Batlle y demás intelectuales envilecidos. Todo lo que se dijo acerca de las excelencias de realización de aquel pasado no fue más que una falsificación colosal de la realidad. Bajo Chapita se vivía en el peor de los mundos, en la opresión generalizada, el miedo, el crimen cotidiano, la deshonra colectiva, la tortura, la explotación social desenfrenada. Detrás del oropel de las obras públicas magnificentes, subyacía la miseria espantosa de las masas. Nadie podrá probar lo contrario. El país trabajaba sin pausa y con todas sus energías posibles en beneficio de este supremo señor de fortunas y vidas, de este Lucifer que se deleitaba sin ambages con la posesión de las esposas de sus áulicos, víctimas tristes al igual que victimarios feroces. Ahí, en tantas cosas, como la mentira y el comportamiento disoluto, se comprueba la validez del De tal palo tal astilla. Todo lo que se pretende acerca de una época de realizaciones, de realización absoluta de todo un pueblo, como está reiterado sin matización alguna en este libro, no es sino el mito articulador del trujillato, la mentira más mendaz jamás lanzada en la historia dominicana.

"La perversidad recurrente del Trujillismo", ponencia del doctor Roberto Cassá sobre el libro de Angelita Trujillo IV

No significa, claro está, que bajo la Noche Larga no hubiese desarrollo. Lo hubo sin lugar a dudas. El monstruoso tirano ha sido hasta hoy el gran héroe del capitalismo dominicano. En ningún otro momento de nuestra historia se ha reiterado la hegemonía absoluta del interés del capital como la que impuso el trujillato. De acuerdo que, en términos materialistas, estaba implicado el avance del proceso histórico. Pero avance histórico no es sinónimo de realizaciones. Más bien es lo contrario en este caso, porque el capitalismo personalizado por el monstruo implicaba crimen y opresión en forma ilimitada. Los salarios eran miserables. Las masas sobrevivían en la indigencia atroz. Los campesinos iban descalzos, a lo sumo con soletas de cuero o de goma, o vestidos de harapos, o hasta cierto momento con trajes burdos hechos de sacos de cabuya. Los niños estaban muy lejos del paraíso pretendido por la propaganda, aquejados de enfermedades crónicas que disparaban la mortalidad infantil. Miles de campesinos trabajaban gratuitamente en las carreteras y en las empresas emblemáticas del supuesto progreso. No pocos murieron después de sufrir reiteradas y devastadoras palizas. La explotación desenfrenada se amparaba en un miedo interiorizado por todos. La delación se tornó en virtud en la perversa Cartilla cívica. Era frecuente que los esposos no se confiaban sus pensamientos ante el sombrío panorama. Todo lo verdadero tiene que estar de lado en esta infamia de libelo. El que no se viviera así por muchos, la mayoría incluso en el campo, tiene su explicación materialista, en razón de los efectos de la imposición de un sentido del orden, que era el resultado de un estado interiorizado de temor. Buen discípulo de los infantes de Marina, el tirano dio el puntillazo a la subordinación de todos, en especial los del campo, a los designios del Estado, el único ente dotado para el ejercicio de la fuerza.

Hubo desarrollo económico, sin dudas, en la Noche Larga, desarrollo capitalista, pero no progreso. Por esto resulta inadmisible hablar de realizaciones. Progreso implica la humanización progresiva de la sociedad, y el trujillato representaba lo contrario en toda la línea. No hay progreso sin dignidad, sin libertad, sin el imperio de la ética, sin participación, sin desarrollo educativo genuino. El avance material de la Noche Larga formó parte del remolino de horrores. Todo esto puede parecer hiperbólico, pero es lo contrario.

La comparación con el presente, a la que hice alusión más arriba, constituye otro de los tópicos del sofisma de la ideología trujillista. Es indiscutible que el esquema de la democracia posterior a 1978 no ha cumplido con un desideratum genuino. Es indiscutible también que han aparecido nuevos problemas que se adicionan a los anteriores. Pero no quiere decir que el ordenamiento político que existe hoy sea más negativo que el instaurado en 1930. Es fácilmente demostrable con indicadores económicos que el pueblo vive mucho mejor que antes, aunque las condiciones de la más de la mitad pobre todavía sea altamente deplorables. El desarrollo económico impulsado por el régimen despótico no repercutió en una mejoría de la condición de vida de la gente. No podía ser así ya que se puso en operación una maquinaria infernal que succionaba todas las riquezas, hasta los niveles más infinitesimales, hacia las arcas de papá y, en menor media, de los integrantes de la corte endemoniada de familiares y secuaces. Todos los indicadores sociales resultan indiscutibles en cuanto a mejorías puntuales respecto al pasado. Y no es pequeña cosa y sin que por supuesto, en sentido contrario, se pretenda hacer la apología del presente, algo que está fuera de posibilidad en una perspectiva socialista. Pero si persisten graves problemas y han aparecido otros no se debe a que se haya dejado atrás el trujillato. Más bien es lo contrario: muchos de los problemas de que está aquejada nuestra sociedad todavía, como la persistencia de estilos autoritarios, son en parte atribuibles a que no se ha practicado la necesaria cirugía de las masas purulentas del espíritu del trujillismo.

La solución de los problemas no puede estribar en una reorientación hacia el pasado, como pretenden los sicofantes redactores de esta porquería de escrito. La agenda que tiene por delante el logro del progreso social del colectivo dominicano presupone la orientación exactamente inversa de lo que representó el trujillismo. Nada es más importante, en primer lugar, que la libertad, como lo advirtió Cervantes cuando abominó el ambiente del castillo. El espíritu de la equidad social, obligado ingrediente del único progreso, también es lo inverso de aquel régimen sui generis en que se concentró la riqueza de forma inaudita, prácticamente desconocida en cualquier otra experiencia en los tiempos recientes.
Aquí he cumplido con el deber de reiterar mi versión de la imputada historia oficial.

ROBERTO CASSA DICE ES UN CRIMEN LA REIVINDICACION DEL TRUJILLISMO.



Miércoles 10 de Noviembre de 2010 .Santo Domingo.-
Tomado de testimonioonline.com

El historiador Roberto Cassá consideró que la sociedad dominicana tiene el derecho de defenderse e impedir desafueros como la construcción de un museo sobre el sátrapa Rafael Leonidas Trujillo,”puesto que es un crimen la reivindicación del trujillismo”.

El director del Archivo General de la Nación abogó también porque se someta ante el Congreso Nacional una iniciativa que inhabilite al diputado perredeísta Leivin Guerrero, autor del proyecto.

“Primero eso debe ser prohibido, yo pienso que incluso debería haber en el seno de las propias cámaras una iniciativa de inhabilitación de este diputado por violar la ley”, dijo al ser entrevistado en el programa El Día.

Cassá recordó que en el país existe una ley que prohíbe las actividades trujillistas y el proyecto de museo de los diputados (cinco del Partido Revolucionario Dominicano y uno reformista) está concebido como una apología a la dictadura.

Entiende que el diputado opositor Leivin Guerrero, y quien aparece en una foto compartiendo muy sonriente con el nieto del dictador, Ranfis Domínguez Trujillo, no disimula que lo que busca con el mismo es reivindicar el trujillismo.

“Es una reivindicación del crimen y de lo que se trata en este país es de superar esa tradición de autoritarismo y de criminalidad, entonces aquí entramos, además del aspecto legal, yo pienso que sobre todo en el terreno intelectual, en el terreno moral de lo que debe ser un futuro democrático de nuestra sociedad”, dijo.

Destacó que las cosas esenciales de la dictara están más que dichas y son irrefutables, por lo que no existe nada que permita reivindicarla, “por el contrario, es un sistema que debemos de tratar contrario a las aspiraciones legítimas que debe tener todo pueblo”.

Roberto Cassá indicó, además, que toda esta reivindicación a Trujillo se realiza sobre la base de una falacia vulgar, lo que dijo es notorio en el libro de la hija del tirano Angelita Trujillo, el que afirma fue escrito por varias personas cuyo trabajo es hacer la apología del trujillismo sobre la base de la falsificación de la historia.

ROBERTO CASSA ASEGURA NO SE HA HECHO CENSO QUE INDIQUE CIFRA DE MUERTOS EN DICTADURA DE TRUJILLO



Por Richard Hernández
rhtestimonioonline@gmail.com

Tomado de testimonioonline.com
Lunes 30 de Mayo de 2011 . .
El historiador asegura que solamente en los campos de exterminio asesinaron más de 20 mil personas.

Santo Domingo-. El profesor e historiador, Roberto Cassá, actual incúmbete de la Dirección General de Archivo de la Nación concedió en exclusiva una entrevista a Testimonio Online en la que declaró que tras los 50 años del derrocamiento del dictador, Rafael Leonidas Trujillo Molina, no se ha hecho un censo que indique la verdadera cifra de dominicanos que murieron durante el régimen del tirano.

Lo que si aseguró, desde su despacho en el Archivo de la nación, fue que las cantidades de muertes en los campos de exterminio sobre pasa las 20 mil personas, quienes eran asesinados por razones políticas y en la mayoría de los casos por cuestiones sociales. Agregó que a parte de estos campos, en las carreteras fueron asesinados muchos más infelices.

¨Pienso que murieron más de 20 mil personas en esos campos de exterminio, pero hay que hacer labor de censo que no se ha hecho; y muchos dominicanos fueron víctimas del Trujillato por los abusos¨, puntualizó Cassá.

Sin embargo, al ser cuestionado si valieron la pena tantas muerte para tener la República que hoy se percibe, con tono de voz grave y énfasis dijo que no y que aquellas personas que digan lo contrario están descaminadas porque no tienen sentido de las cosas, ¨lo que si valió la pena fue lo que se opusieron al Trujillato porque tuvieron razón luchando por la libertad¨.

Es por eso que el catedrático no se explica de cómo hay personas que quieren hacer un museo en honor a la ¨bestia inmunda¨, Trujillo. Criticó que parte de los nostálgicos y familiares de el dictador quieren construir un museo en el que se plasme la superficialidad del orden del Trujillato, así como la exterioridad mentirosa del régimen. Lo que si aprobó es que se haga un mausoleo en honor a la época en la que se denuncien los verdaderos atropellos de Trujillo y sus seguidores.

Detalles de la entrevista con Roberto Cassá:

- Trujillo se baso en terror ya que los norteamericanos dejaron la guardia nacional, bautizada como Ejército Nacional,
- Desde luego el perfil de Trujillo era imponerse porque él decidió contralar la economía del país,
- Trujillo formaba parte de una asociación de dictadores tradicionales pero con elementos modernizante
- Para los primeros 25 años después de Trujillo si pero para la actualidad no
- Trujillo mató mucho más dominicanos por razones políticas directas,
- Hay que hacer un censo con semblanzas de todas las víctimas de Trujillo porque hubo muchos infelices asesinados por razones políticas, no sociales.
- Cada vez menos, la juventud esta orientada en relación al requerimiento intelectual, moral y cívico


Entrevista:


T. O. – ¿Qué significó para el país la dictadura de Trujillo?

R. C. – Bueno un momento de grandes cambios que continuaban la política dejada por los ocupantes norteamericanos del gobierno militar entre 1916 y los años siguientes; Trujillo culminó este proyecto de modificación de las estructuras del país, en el sentido, de una modernización económica, una centralización del aparato del Estado, de una posición autoritaria del Estado sobre la vida social, esto lo hizo a través del empleo de la criminalidad, en eso divergió de las políticas de los norteamericanos que no lanzaron el terror salvo los lugares donde había oposición a ellos, sobre todo en el este del país y en el norte un poco.

Trujillo se baso en terror ya que los norteamericanos dejaron la guardia nacional, bautizada como Ejército Nacional, como el único instituto armado y esto le dio a Trujillo impunidad, fue una herencia dejada por la modernización estatal por los norteamericanos. Primero se baso en el terror, luego, en la centralización económica que tampoco estaba dentro de los planes de los norteamericanos, ellos (Norteamericanos) si sabían que iban a dejar un dictador, no a Trujillo, pero sí dejaban las condiciones para una dictadura.

Desde luego el perfil de Trujillo era imponerse porque él decidió contralar la economía del país, no solamente controlar la política si no también la economía, había una interacción entre las fuerzas del poder político y las fuerzas del poder económico y eso hizo de Trujillo un sistema bastante sólido que tuvo su margen de vigencia a costa de sangre, explotación bestial, de opresión inaudita y eso son las épocas de cambios de desarrollo capitalistas, de súper explotación de todo el pueblo eso se hizo sobre la base de un pueblo espantoso de miseria.

T. O. – ¿La dictadura fue un fenómeno social aislado de dominicana o un fenómeno continental?

R. C. – Fue más un fenómeno de tendencia continental, o sea, Trujillo formaba parte de una asociación de dictadores tradicionales pero con elementos modernizante, había una epitología sobre todo en la región del caribe. Trujillo compartía con estos dictadores rasgos al tiempo que introdujo sus propias peculiaridades.

En Trujillo había situaciones que no se reiteraron en ningún otro dictador, sobre todo en la capacidad de ser una gente modernización, esta fuerza completa de opresión. Todos los otros dictadores dejaban espacios de rejuego de la política con excepción ya al final de Duvalier quien implantó un orden extremo de opresión política de rigidez total. Lo de Trujillo era un caso extremo de criminalidad y de control autoritario, aparte de modernización económica, capacidad de gestión , ningún otro dictador la tenía, en ese sentido, los dos aspectos Trujillo representó un caso singular.

T. O. – ¿Hoy en día se puede ver con objetividad lo que fue realmente la dictadura de Trujillo dentro del contexto histórico social dominicano?

R. C. – Creo que si, siempre la historia se puede ver con objetividad, lo que pasa es que cada generación, sector, grupo social, interés político percibe la historia con determinados ángulos; entonces, lo que hoy en día para nosotros es la problemática de Trujillo dentro de 10 o 50 años va hacer otra, no la misma. Pero nosotros estamos en condición de hacer un análisis objetivo, correcto, nuestro análisis de la época de Trujillo.

T. O. – ¿Usted considera conveniente que se haga un museo a Trujillo?

R. C. – Un museo a Trujillo así no, porque eso se esta vendiendo como parte de los nostálgico del trujillismo de personas que valoran elementos positivos durante el Trujillato y eso es intolerante, y no debe hacerse. Lo que hay que hacer es un museo de la época, no a la persona de Trujillo, a la época destacando un componente crítico develar el espanto del Trujillato, ese museo debe ser un centro de denuncias diciendo la verdad no mintiendo. Lo que pasa es que el museo a Trujillo lo que quiere hacer es lo que era la superficialidad del orden de Trujillo basado en la etiqueta, en la ceremonias, la exterioridad mentirosa del régimen de Trujillo y eso es lo que estos nostálgicos y familiares quieren hacer y eso es intolerante.

T. O. – ¿Qué hemos superado del Trujillismo y qué rasgos aún hoy conserva la sociedad dominicana?

R. C. – Durante muchos años quedo una impronta del Trujillato aquí por razones obvias el país no había cambiado mucho, y había mucha gente envuelta entre los rasgos de él, empezando por Joaquín Balaguer. Balaguer que gravito en la política dominicana de manera decisiva entre 1966 y 1996 (1994 hizo el fraude más astros de todos) él era el heredero de Trujillo, a pesar de que él Balaguer de los 10 años ya fue bastante distinto al Balaguer de los 12 años en muchos aspectos; el primero era mucho más Trujillista, apegado a ciertos parámetros por condiciones de la época. Aunque Balaguer siempre jugó entre la gerencia y las innovaciones; no era un Trujillista doctrinario en ese sentido, era un Trujillista consensual y un innovador en lo que tenía que hacer, era un político sagaz, capaz.

En términos generales la situación de autoritarismo, la semi dictadura de Balaguer, hasta fine de los años 70 concentraba una gran carga de valores, situaciones, contextos del Trujillato. El país ha experimentado en las últimas décadas cambios en el aspecto político, económico, las políticas de estado ya no son políticas de desarrollistas son políticas de libre cambio; tenemos una democracia distinta desde 1978.

Para los primeros 25 años después de Trujillo si pero para la actualidad no, hay que ver porque seguimos teniendo ciertas situaciones y desde luego ver las innovaciones; las innovaciones han sido tan fuertes como la continuidad de ella en el día de hoy, tenemos una sociedad muy distinta, tenemos problemas distintos. El Trujillato fue un sistema atroz que dejó al país con una deuda terrible desde el punto de vista de su culpabilidades pero al mismo tiempo tenemos problemas diferentes que dependen de las nuevas generaciones posteriores y eso tenemos que analizarlo; problemas que no existían cuando Trujillo no por buena voluntad de Trujillo sino por contextos, la gente era más sociable, honrada pero eso no dependía de Trujillo, eso dependía de una cultura tradicional que Trujillo recogió y con la cual se manejó, hoy en día hay parámetros de cultura internacionales que han hecho de la sociedad dominicana que reinen antivalores, situaciones nuevas, la degradación ambiental, la migración masiva haitiana (es verdad que Trujillo la paro) y eso se ha disparado y es un gran problema que tiene la sociedad dominicana.

T. O. – ¿Cuántas muertes se les pueden atribuir a la dictadura de Trujillo entre dominicanos y haitianos?

R. C. – Eso es muy difícil casi imposible de decir, de haitiano se esta manejando hoy día cifras menores de los asesinados en la matanza de 1937, generalmente se hablaba de 20 mil o un poco más, hubo personas exuberantes que hablaron hasta de 30 mil haitianos, hoy en día los historiadores están hablando de 8, 9 y 10 mil como mucho; y eso se ha ido modificando posiblemente con razón a pesar de que pienso de que fueron un poco más de haitianos por testimonios que recogí, mató muchos haitianos en esa matanza y otros momentos parecidos, sobre todo alrededor del 1927.

Trujillo mató mucho más dominicanos por razones políticas directas, no sabemos cuántos, pero cientos de personas. Por razones directas como en la expedición de junio, no solamente en esta, casi todos los expedicionarios quedaron vivos, después torturados y al final fusilados de 202 o 198 sólo quedaron 5 vivos; fueron muchos centenares de personas.

Hay que hacer un censo con semblanzas de todas las víctimas de Trujillo porque hubo muchos infelices asesinados por razones políticas, no sociales. Ahora bien hubo mucho más asesinado por razones sociales e infelices que eran llevados a los campos de exterminio de Trujillo, fincas de los generales, el mismo Julia Morilla que eran unos campos arrozales, Azua (el sisal), en las carreteras murió muchas más gente. Pienso que murieron más de 20 mil personas en esos campos de exterminio, pero hay que hacer labor de censo que no se ha hecho; y muchos dominicanos fueron víctimas del Trujillato por los abusos.

Por ejemplos cuando una persona caía preso por razones de pequeñas situaciones legales, le daban una golpiza que era mandarlo a morir a la casa, eso era frecuente, pelas durísima que eran prácticamente crímenes, porque así era que se mantenía el orden a base de abusos espantosos.

T. O. – ¿Valió la pena tantas muertes por la construcción del país que tenemos?

R. C. – ¡No claro que no! Por supuesto que no y él que diga eso es una persona absolutamente descaminada que no tiene sentido de las cosas, lo que valió la pena fue lo que se opusieron al Trujillato porque tuvieron razón luchando por la libertad.

T. O – ¿Cómo usted visualiza el aporte de los héroes del 30 de mayo?

R. C. – Bueno cumplieron con su deber son héroes que finalmente se decidieron y lo lograron acabaron con esa bestia inmunda que era Trujillo, se ha dicho muchas cosas de que estos señores del 30 de mayo obedecieron motivos de descanso de conveniencia, pero eso es lo de menos si hubo eso, sin embargo acabaron con Trujillo y por eso merecen el respeto.

T. O. – ¿En función de su experiencia docente usted cree que a los jóvenes de hoy les interesan esos héroes históricos?

R. C. – Cada vez menos, la juventud esta orientada en relación al requerimiento intelectual, moral y cívico de conocer el pasado para que una generación tenga nociones de sus tareas, contextos, problemas necesita conocer la historia y estamos en medio de una cultura anti histórica del presente final, es lo que nos presenta Internet, esa es la visión actual, moderna no ver las estructuras, las condiciones, procesos o antecedentes; entonces hay que hacer una gran labor de devolver el interés del pasado.

ENTREVISTA A ANDRES L.MATEO HABLANDO SOBRE LAS DICTADURAS

TRUJILLO : LA REP. DOM. 50 AÑOS DESPUES DE SU MUERTE 1 y 2.



Por Miguel Guerrero
1 de Jun 2011 12:00 AM
Exposición presentada durante la Feria Internacional del Libro 2011. (19 de mayo 2011)

El interés acerca de toda nueva o vieja versión de la llamada Era de Trujillo en la comunidad intelectual, sugiere la existencia de un sentimiento nostálgico de ese periodo funesto de nuestra historia. Aunque muchos todavía la añoren y ciertamente se trata de una etapa en el plano institucional no del todo superada, el país parece estar libre por el momento, a Dios gracias, de experiencias similares, para lo cual no existen condiciones posibles.

Hay gente todavía, lo admito, empeñada en presentarnos ese terrible periodo como un modelo ejemplar, digno de emulación. En el fondo esos osados panegiristas del trujillismo tratan con ello de justificar sus propios errores y actuaciones y las de muchos de sus parientes y allegados.

Lo del sentimiento nacionalista del tirano es una burda falsedad para enaltecer su régimen. Con frecuencia se cita la llamada “redención de la deuda pública externa”, como una manifestación de su amor por la patria y su profunda convicción nacionalista. La independencia financiera le era vital a sus propósitos de controlar todo el aparato económico de la nación. Al redimir la deuda, saldando las cuentas del país, Trujillo pasó a tener un control total y absoluto de cuanto se hacía y movía en la esfera de la actividad económica y financiera dominicana.

La creación del peso dominicano consolidó realmente su dominio del país. Con ello Trujillo agrandó su fortuna personal y eliminó toda suerte de fiscalización externa sobre la economía dominicana. A la luz de estos resultados, ¿dónde radica el nacionalismo y las bondades de esa acción?

Los nostálgicos de la tiranía, aún nos quedan muchos, apelan a ese hecho y a la circunstancia de que tras la muerte del llamado Benefactor el país ha sufrido los efectos de un creciente e irresponsable endeudamiento, como muestra de las virtudes de ese régimen. Pero esta realidad sólo muestra la incompetencia, la falta de sensibilidad social y la absoluta carencia de visión política de aquellos que han tenido después la carga de dirigir el país.

Los trujillistas citan los afectos del tirano hacia familiares, amigos y animales, como evidencia de un sentimiento de humanidad que él nunca tuvo. Otros monstruos como él guardaron capacidad para ese tipo de expresión. Trujillo no sólo amaba a sus hijos y a su madre, también a sus caballos, sus vacas y sus perros. Hitler también amaba a su perro y le acariciaba tiernamente la cabeza mientras condenaba a seis millones y medio de judíos a morir en los hornos crematorios y deparaba igual suerte a millones de alemanes y de otros países europeos de todas las creencias en sus campos de concentración. Stalin, quien amaba también a su perro, con el que jugaba en su dacha de Peredelkino, no vaciló en ordenar la muerte de su joven esposa Sveztlana y la de muchos compañeros de luchas revolucionarias.

Mientras le hablaba a su cachorro con admirable muestra de amor casi infantil, su mano implacable sellaba la suerte de más de veinte millones de seres humanos en toda la Unión Soviética, haciendo posible, a costa de mucha sangre y sufrimiento, el llamado periodo de la “colectivización”.

¿Qué prueban las escasas debilidades paternales de un ser tan inhumano como Trujillo? ¿Justifican la opresión a la que sometió al pueblo dominicano durante tres décadas? ¿Le dan sentido político o razón de Estado a los crímenes y hurtos de propiedades para su provecho personal? ¿Le confieren un sentido de racionalidad al empleo de la tortura y el asesinato de opositores? ¿Explican política e históricamente la existencia de lugares tan siniestros como La 40 y la ergástula aún más terrible del kilómetro nueve?

Con penosa frecuencia parte de la opinión pública del país se muestra abierta a aceptar estas manifestaciones de adhesión a un sistema que lo estranguló por tanto tiempo y le despojó del lugar que por derecho le hubiera correspondido en el futuro, sin detenerse a hacer las indagaciones necesarias para situar ese periodo negro de nuestro pasado en su debida dimensión histórica.

Cincuenta años después, la herencia de autoritarismo que su régimen dejó en la conciencia nacional, se resiste todavía a dar paso a nuevas formas de conducción política. Aprovechando el fracaso del liderazgo nacional para mejorar las expectativas de la población, hay gente entre nosotros interesada en retrotraernos a las peores y más crueles formas del pasado.

Hay quienes se atreven a sostener que muchos de los más atroces crímenes de entonces fueron el fruto de los excesos de sus colaboradores y no de las directrices del tirano. Tan peregrina afirmación constituye una ofensa adicional a los deudos de las víctimas de esos desmanes, muchos de los cuales, como el asesinato de las hermanas Mirabal, aún sacuden la conciencia de la sociedad dominicana.

La lealtad al recuerdo de Trujillo pregonado por muchos de sus descendientes y seguidores, algunos de los cuales siguen ocupando posiciones importantes en el país, especialmente en el área pública, es el más triste legado de aquella época.

Parecería que el fantasma de Trujillo aún ronda entre nosotros, manteniendo su presencia intangible en las formas protocolares que dominan la escena oficial, como puede verse en cada inauguración de una obra pública en cada gira presidencial por el interior o en algunas noches en el Palacio Nacional.

Se observan también en el inmenso y destructivo poder discrecional del Presidente y los funcionarios de alto y mediano nivel, en el miedo de los ciudadanos a las autoridades y en el uso descarado del patrimonio público.

Esa herencia obstaculiza nuestra marcha hacia el futuro y a la modernidad de la que tanto se nos habla. Trujillo representó un enorme retroceso, un atraso de treinta años, que aún nos cuesta superar. El autoritarismo y la intolerancia característicos de ciertos comportamientos nacionales, en la política como en la esfera privada, son elementos importantes de ese lastre histórico.

Todavía muchos dominicanos temen expresarse libremente y los organismos de seguridad infunden casi tanto miedo como entonces, haciendo a la gente cohibirse y se considere un acto de valentía la crítica al gobierno, lo cual genera en el ambiente político la insana práctica de la compra de adhesiones a través del reparto gracioso del patrimonio público, la corrupción administrativa y la odiosa autocensura, presente en ciertos ambientes periodísticos.

Trujillo representó una etapa imposible de reivindicar, a despecho de quienes tratan de justificar a través de ello sus propios errores y claudicaciones pasados. En ocasión de una conferencia en el exterior, alguien del público me preguntó cómo podría definirse la personalidad de Trujillo. Mi respuesta fue que personas que le sirvieron han tratado de crearle una imagen paternal y que Trujillo fue en cambio un tirano sanguinario y corrupto que actuó siempre con mano impiadosa contra todo asomo de oposición.

Fue un hombre incapaz de inspirar sentimientos nobles o grandes empresas nacionales, que no fueran aquellas concebidas para su propio beneficio personal. Era un megalómano que disfrutaba con la humillación de amigos y adversarios.

Una personalidad torcida en todo el sentido de la palabra. En él, a diferencia de otros tiranos de su época, los únicos métodos válidos de interpretación de la realidad, fuera política, social o económica, eran la represión y la intimidación, en cuya aplicación se le reconoció siempre verdadero virtuosismo.

Respecto a sus colaboradores y aportes al país, se ha orquestado toda una leyenda intentando justificar la sumisión existente a su alrededor, en la pretensión de que sus obras eran positivas.

Los propulsores de la fórmula de evaluación de la Era de Trujillo como buena, han tenido éxito relativo. Nada más ver cómo jóvenes sin la menor idea del terror imperante en esa etapa se hacen eco de quienes creen que entonces se estaba mejor, peregrina afirmación basada en el desorden existente después de su muerte, herencia viva de aquel régimen.
El autor es historiador y periodista



Trujillo: La República Dominicana 50 años después de su muerte (y 2)
Por Miguel Guerrero
2 de Jun 2011 12:00 AM
Exposición presentada durante la Feria Internacional del Libro 2011. (19 de mayo 2011)


Existe la tendencia a valorar la tiranía única y exclusivamente sobre la base de sus realizaciones materiales. Estos parámetros de medición son inadecuados y no permiten un enjuiciamiento correcto de la fase vivida entre 1930 y 1961.

Anteponer a la libertad y al desarrollo económico la construcción de unas cuantas carreteras, por importantes que hayan sido, o la edificación de hospitales, escuelas y locales del Partido Dominicano, es un absurdo intento de justificar la supresión de los derechos ciudadanos y las más crueles formas de tortura y represión existentes en aquella época. Otros sustentan esa idea movidos por un resorte del subconsciente para ayudarse a cargar, repito, el peso de la responsabilidad histórica de sus propias actuaciones del pasado.

En diferentes oportunidades se han debatido las causas de la caída de ese régimen. A mi entender fueron muchas, resultado de su propia degeneración, la degradación moral del tirano y el cansancio y hastío que el estancamiento social y la férrea represión fomentaron en la sociedad dominicana.

De todos modos, pueden citarse dos hechos sobresalientes. Primero el intento de asesinato del presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, en junio de 1960, que provocó su aislamiento total, y el todavía más grotesco e innecesario asesinato de las hermanas Mirabal, a finales de noviembre de ese mismo año, con el cual se rompieron los débiles lazos que todavía unían a Trujillo con importantes sectores de la sociedad.

Naturalmente, estos dos hechos fueron secuela de las expediciones de junio de 1959.

Con la publicación en los últimos años de numerosos libros de la autoría de descendientes y colaboradores de Trujillo, se ha pretendido reivindicar su papel en base a mentiras y distorsiones. La glorificación de Trujillo es una osadía e imperdonable justificación de la tiranía. Es cierto que los gobiernos después de su muerte no han llenado las expectativas nacionales. Y aún no existe en el país un estado de derecho propio de una democracia.

Pero ese y otros vacíos de nuestra vida institucional son legados de esa era, como los son también nuestro pobre concepto de la justicia, las arcaicas estructuras del sistema educativo, por más que los maestros de antes fueran mejores, y todas aquellas otras fallas del quehacer democrático nacional. Incluso el desorden generalizado es resultado de un miedo oculto al orden regimentado impuesto por Trujillo. El único momento realmente grande de esa época fue la noche en que lo mataron.

Permítanme referirme ahora las valoraciones sobre la política exterior del régimen trujillista. Se ha llegado a afirmar que las relaciones internacionales experimentaron su máximo esplendor y brillo durante ese periodo, sólo porque hombres educados, con grandes conocimientos de las formas protocolares a la usanza de entonces y dotados de un gran dominio de la oratoria, le sirvieron al tirano en el servicio exterior, sin tomar en cuenta los objetivos de esa política, lo que en el fondo constituyó una de las peores formas de servilismo conocida. Esos señores pudieron estar mejor preparados para la faena que los que llegaron después, pero no eran mejores, ni estuvieron nunca guiados por razones éticas y morales. Por el contrario, contribuyeron con su talento a perpetuar la tiranía y a justificar en el plano doméstico y en el escenario internacional, algunas de las peores atrocidades cometidas por ese régimen.

No entiendo donde radican los méritos de esa diplomacia y mucho menos la afirmación de que esa política exterior fuera certera y que en su ejecución se usaran a “los mejores hombres”. La capacidad en sí misma no supone virtudes. En mi personal valoración de los hechos, sobre esos personajes de la historia dominicana que asumieron con entusiasmo la tarea de asignarle una justificación teórica, ética, moral y política, a un régimen tan despiadado como el de Trujillo, recae la mayor responsabilidad histórica.

Me parece repugnante, además, pretender reivindicar los actos más deshonrosos en materia de cabildeo político, es decir, los sobornos a congresistas y diplomáticos norteamericanos, como evidencias de las cualidades de un servicio exterior cuyo único norte era la absoluta sumisión a un régimen que fue entonces una vergüenza y hoy es un estigma para el pueblo dominicano.

Nadie puede negar el talento de esos hombres, sus enormes capacidades intelectuales y, si se quiere, la fascinante elocuencia de sus discursos. Pero no representaron ninguna etapa brillante de nuestro servicio exterior. Tenían sus mentes tan altas como encorvadas sus espaldas. Tal vez sus nombres aparezcan todavía en los anales de la diplomacia dominicana, sólo porque la mayoría de los que ocuparon después las mismas posiciones carecieron de la brillantez intelectual que ellos tuvieron.

Me temo la existencia en nuestro medio de un esfuerzo dirigido a replantear moralmente el tema de la tiranía, con la insana intención de justificarla como una necesidad histórica de su época. Al advertir sobre ese riesgo para el sistema democrático, me atrevo a asegurar también que ello tiende a justificar ante las generaciones presentes y futuras actuaciones que de otra manera resultarían imposibles de explicar histórica , moral y políticamente. Es basado en ese temor que cedí a la tentación de participar en este evento, no en calidad del historiador o intelectual que no soy, sino en el simple interés de contribuir a situar esa época de intolerancia en su justa perspectiva histórica.

Con honrosas y conocidas excepciones, el servicio diplomático durante la Era de Trujillo constituyó uno de los peores y más degradantes aspectos del régimen. La inteligencia de muchos de los que formaron parte del mismo hizo posible que todavía hoy miles de dominicanos vean en esa etapa oscura de nuestra vida republicana, valores inexistentes.

Con todo respeto, esos personajes a los que se atribuyen tantos méritos, quedaron ya marcados en las páginas de nuestra historia por la dimensión justa de sus propias actuaciones.

Permítanme concluir con una breve reflexión de Antón Antonov-Ovseyenko extraída de su estremecedora obra El tiempo de Stalin, y que ya había reproducido en el prefacio de mi libro Trujillo y los héroes de junio:

“En algunos países la nueva generació0n crece sin saber nada de la antigua mitología. A los niños se les dan mitos modernos que glorifican el poderío invencible de su propia nación y que hablan de orígenes y facultades divinas de sus gobernantes; así es como nacen el nacionalismo desenfrenado y el chauvinismo extremo. Y la idolatría. Pero en este terreno artificial ¿ qué crecerá ? No una generación de ciudadanos responsables, sino una nueva hornada de carne de cañón”.
El autor es historiador y periodista