FranK Moya Pons
Publicado en diario libre
4 de Sept. 2010.
Con la muerte de Trujillo en 1961 se desataron todas las energías de la nación que la dictadura había mantenido reprimidas.
Los grupos medios que habían venido formándose empezaron a organizarse en una pléyade de instituciones, grupos de presión, grupos de intereses y asociaciones que han terminado dándole a la República Dominicana una fisonomía institucional que contrasta radicalmente con la hegemonía gubernamental y estatal que fue la norma de la vida dominicana hasta entonces.
Al caer la dictadura se liberalizaron los controles políticos que impedían a los dominicanos el ejercicio pleno de la libre empresa, y los gobiernos mantuvieron la política de permitir la libre competencia contra los antiguos monopolios trujillistas que quedaron como propiedad del Estado luego que éstos fueron confiscados por el Estado a partir de 1961.
Muerto Trujillo comenzó a configurarse un nuevo empresariado nacional compuesto inicialmente por comerciantes y artesanos que luego se hicieron industriales o que ampliaron sus negocios de importación y exportación.
En 1941, por ejemplo, el 87 por ciento de toda la inversión industrial en la República Dominicana estaba controlada por extranjeros, mientras que hoy, gracias a la proliferación de industrias nacionales, el control extranjero en este sector está reducido a menos de un 20 por ciento.
La presencia extranjera en el sector industrial es más visible hoy en las llamadas zonas francas para la exportación de productos manufacturados y bienes intermedios que empezaron a instalarse en el país a partir de 1968.
La primera de estas zonas francas fue instalada en La Romana, y a ella siguieron otras dos, una en San Pedro de Macorís y otra en Santiago de los Caballeros.
Con los años las zonas francas han seguido proliferando, estableciéndose en Santiago, La Vega, Puerto Plata, Moca, Haina, San Isidro, Los Alcarrizos y la Autopista de Las Américas, además de algunas llamadas zonas francas especiales.
En conjunto todas las zonas francas ofrecen hoy empleo a unas 200,000 personas, muchas de ellas mujeres que al ocupar estos nuevos puestos de trabajo están aprendiendo nuevas destrezas laborales, están emancipándose económicamente de sus maridos, y están adquiriendo una mayor libertad económica.
No han sido sólo las industrias de sustitución de importaciones las que han quedado en manos dominicanas pues también el comercio está mayormente controlado por empresarios nacionales, con excepción de las grandes casas importadoras y exportadoras que permanecen en manos de una pequeñísima élite de comerciantes españoles e hijos de españoles que han sabido integrarse a la sociedad dominicana.
Otro visible grupo de comerciantes está conformado por los hijos de los inmigrantes sirios, libaneses y palestinos que llegaron al país a finales del siglo XIX y principios del XX y que, desde el principio, se dedicaron a la vida mercantil y terminaron controlando importantes segmentos del mercado en algunos de los principales pueblos dominicanos.
Con el tiempo los hijos de estos árabes se dedicaron a las profesiones y hoy forman un importante conglomerado que combina las actividades comerciales e industriales con las profesionales.
Poco a poco fueron formándose grupos económicos en torno determinadas actividades, como ha sido el caso de los antiguos industriales que forman el núcleo del llamado "grupo industrial de Santo Domingo", o el de los nuevos industriales de Herrera.
También son muy visibles los empresarios locales conectados con la banca, los negocios de las zonas francas, los empresarios turísticos, los importadores, o el de los exportadores de productos primarios, los importadores y fabricantes de productores farmacéuticos, así como muchas empresas extranjeras asociadas en la Cámara Americana de Comercio.
Como empresarios nacionales también se destacan los productores de leche, carne de pollo, cerdo y res, y los procesadores de frutos para la producción de jugos y granos enlatados, al igual que los productores de cigarros y cigarrillos, cervezas y refrescos, y exportadores de café, cacao y tabaco.
Hay también nuevos grupos de exportadores de productos no tradicionales como yuca, ñame, yautía, plátanos, limones agrios y frutas, además de los tradicionales productores y exportadores de bananos.
Después de muerto Trujillo, muchos comerciantes importadores y algunos industriales se valieron de sus relaciones políticas e influyeron en los gobiernos para que éstos aprobaran leyes dirigidas a favorecer el desarrollo de sus intereses.
Las leyes de incentivo industrial, turístico, agroindustrial, y de fomento a las exportaciones, entre otras, han contribuido mucho al desarrollo de sectores productivos que antes tuvieron poca importancia en la economía nacional.
Concomitantemente, el país ha visto crecer una pléyade de asociaciones e instituciones que agrupan a estos empresarios y que interactúan constantemente con los administradores del Estado en una dinámica siempre cambiante de intereses encontrados que, en última instancia, ha favorecido el desarrollo del mercado nacional.
Aunque dominado por varias grandes empresas en determinadas áreas, este mercado es bastante abierto y dinámico, y en él concurren todos los empresarios que desean invertir tanto en grande como en pequeña escala como lo muestra el crecimiento del sector de las microempresas, de las cuales había 650,000 unidades en todo el país en 2009.
Estas microempresas son negocios que tienen diez empleados o menos, son responsables de más de un quinto del producto nacional bruto y ofrecen empleo a más de un millón de personas.
Las microempresas están distribuidas por todo el país y son hoy uno de los principales indicadores del dinamismo de la economía dominicana. Ellas expresan la vitalidad del sector mercantil dominicano pues en casi todos los pueblos del país proliferan los negocios al tiempo que se modernizan los establecimientos comerciales.
De la misma manera, esos micronegocios reflejan la continua innovación y renovación de los talleres artesanales pues una de cada cuatro microempresas son unidades manufactureras.
Una de las nuevas características del comercio interno del país es su amplísima dispersión geográfica. A principios de siglo, las tiendas estaban casi siempre concentradas en "el centro" de los pueblos, generalmente alrededor de las plazas y mercados, en donde inicialmente se celebraban las ferias.
Los establecimientos comerciales se ven por todas partes, y aunque los pueblos siguen exhibiendo sus zonas comerciales alrededor de estos antiguos centros, el desarrollo de los barrios populares y las urbanizaciones ha obligado a la dispersión de las tiendas.
En las ciudades más grandes existen ahora muchas zonas comerciales ubicadas, no en un solo punto como antes, sino a lo largo de las grandes avenidas o de las principales arterias viales. En los barrios pobres y marginados también existen centros de servicios, casi siempre en las calles fronterizas de estos vecindarios con otros de mayor nivel económico.
Por otro lado , se observa hoy una clara tendencia entre los empresarios dominicanos hacia el establecimiento de vínculos con empresas extranjeras, generalmente norteamericanas, que aportan capital, experiencia tecnológica y conocimientos gerenciales.
Proliferan hoy las alianzas estratégicas entre compañías dominicanas y extranjeras que están abriendo el mercado nacional a la competencia internacional, y están obligando a los empresarios nacionales a modernizar sus empresas y a hacerlas más eficientes.
En algunos casos, empresarios jóvenes con apoyo financiero de sus familias o de los bancos se han lanzado a la apertura de franquicias que representan grandes cadenas de comercialización de productos de consumo popular, como es el caso de los tacos, las rosquillas, las hamburguesas, el pollo frito, las pizzas, o la ropa y los zapatos deportivos.
La implantación de estos negocios marca el inicio de una nueva etapa del proceso de norteamericanización económica que, a juzgar por otros procesos similares, terminará imponiendo una nueva fisonomía a las ciudades y pueblos, y a los cruces de caminos en todo el país.
Por otro lado, la demanda de alimentos por parte de los centros turísticos, continúa ejerciendo un importante impacto sobre la agricultura dominicana y sigue aportando un fuerte estímulo a la producción que ha llevado a los productores nacionales a expandir el horizonte agrícola dominicano con nuevas plantaciones de frutas.
Se destacan, particularmente, cítricos, cocos, bananos, aguacates, papayas y piñas, así como nuevos centros productores de pollos, carnes y productos lácteos que los turistas consumen en grandes cantidades. Estos nuevos mercados han fomentado la modernización y expansión de las industrias de bebidas, alimentos enlatados y cigarrillos, entre otras.
Después de muerto Trujillo, muchos comerciantes importadores y algunos industriales se valieron de sus relaciones políticas e influyeron en los gobiernos para que éstos aprobaran leyes dirigidas a favorecer el desarrollo de sus intereses.
De Frank Moya Pons
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