martes, 14 de diciembre de 2010

MUERTE DE LAS MIRABAL MOTIVO EL FIN DEL TERROR

Escrito por Tony Pina.
Cuando la Policía le comunicó a Dedé que Patria, Minerva y María Teresa Mirabal y Rufino habían fallecido en “un accidente de tránsito”, llena de rabia le gritó a los agentes: “No hablen mentiras. ¡Convénzanse de que fue un asesinato!”.

La mujer recuerda que quiso volverse loca. Eran alrededor de las ocho de la noche del 25 de noviembre de 1960 cuando un agente se presentó a su casa, en Ojo de Agua, para pedirle que le acompañara al destacamento de Salcedo.

En efecto, un oficial de la Policía la recibió y la hizo pasar a su despacho para transmitirle la farsa. La mujer, que temía lo peor desde que al caer la tarde notó la tardanza de sus hermanas en el viaje a Puerto Plata, no pudo contenerse: “¡Mentira! A mis hermanas las mataron! No me digan que fue un accidente de tránsito”.

Sus sospechas no eran infundadas. Dedé, al igual que todos en la familia, estaban al tanto de las repetidas amenazas de muerte de la dictadura en contra de sus hermanas. Incluso, ella misma les aconsejó cautela en el viaje de visita a la cárcel donde estaban confinados sus esposos.

El cuadrúple asesinato comenzó a gestarse desde principios de noviembre, cuando Manolo, Pedro y Leandro fueron trasladados desde la cárcel de La Victoria a la de Puerto Plata. El propio tirano transmitió la orden al general Román -Pupo- Fernández, secretario de las Fuerzas Armandas, quien a su vez la retransmitió a Cándido Torres, jefe interino en ese entonces del Servicio de Inteligencia Militar en ausencia de Johnny Abbes, y éste dio las instrucciones para consumarla al capitán Alicinio Peña Rivera, encargado del SIM en el Cibao. (Trujillo, trágica aventura del poder personal, página 411).

Cinco verdugos fueron comisionados para consumar el crimen: Ciriaco de la Rosa, Emilio Estrada Malleta, Alfonso Cruz Valerio, Ramón Emilio Rojas y Nelson Pérez Terrero.

Los esbirros interceptaron a sus víctimas justo cuando el jeep había alcanzado la cima de la carretera, y, con la frialdad con que el asesino dispone de sus muertos, acometieron la criminal empresa.

De la Rosa no sólo eligió ser el asesino de “la más bajita y gordita”, refiriéndose a Patria, sino que a cada uno de los matones le asignó sus víctimas y de los medios para eliminarlas.

“Después de apresarlas –confesó ante el juez que instruyó la sumaria- las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio se llevó la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta, al chofer, Rufino de la Cruz”. (Historia de las hermanas Mirabal, Herbert Pérez, pág. 114).

La barbarie no pudo ser menos implacable. Del cielo alguna gota de lluvia debió caer como lágrima para contener el horror del momento en que eran ahogadas la vida de las indefensas mujeres, cuya resistencia a la dictadura marcó el ejemplo que meses después puso fin a la oprobiosa época que encarnó Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Confesión de Ciriaco ante el juez

De la Rosa lo contó no sólo como testigo de excepción, sino en su condición de jefe de los verdugos. Sin inmutarse, le confesó al juez: “Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas.

Ordené a Pérez Terrero que permaneciera en la carretera a ver si se acercaba algún vehículo o alguien que pudiera enterarse del caso”.

Consumados los asesinatos, los cuatro cadáveres fueron metidos tirados dentro del jeep y luego lanzados al barranco para simular el accidente de tránsito, como falsamente fue dada a conocer la noticia.

Trujillo estuvo al tanto de los detalles

Tal fue la participación directa de Trujillo en los asesinatos de las hermanas Mirabal y el chofer Rufino de la Cruz que “a una hora temprana de la mañana que siguió al triple crimen, el tirano telefoneó al jefe del SIM para preguntarle: “¿Qué hay de nuevo? ¿Cómo está el país?, a lo que Cándido Torres respondió: “Nada extraordinario, nada importante, jefe”. El sátrapa replicó: “ Y usted, que es el jefe de Seguridad, ¿no sabe nada? ¿No sabe lo que pasó anoche? Hágame el favor de investigar bien eso antes de que se lo achaquen al gobierno”. (Ob. cit.). La implicación del tirano era evidente. No sólo ordenó el crimen, sino que estuvo al tanto de todos sus detalles.

Trujillo

“Dos meses después del hecho que conmovió al mundo, Trujillo se trasladó desde Santiago a La Cumbre. Se detuvo en el mismo lugar donde fueron lanzados al precipicio los cadáveres de las hermanas Mirabal y Rufino de la Cruz. El tirano, apartado de los demás miembros de su séquito, miró el despeñadero y por un buen rato no hizo ningún tipo de comentario.

Luego, hizo el siguiente comentario entre los más allegados: “Aquí fue donde murieron las hermanas Mirabal, mujeres tan dignas e indefensas, que muchos insensatos y atribuyen al gobierno”. (Robert D. Crassweller).
Comentarios (2)
joel trujillo es un cobarde por k el nunca devio matar a las heroinas

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SILVIA GRACIAS A DIOS ESOS TIEMPOS YA PASARON, SE QUE QUEDAN CRIMINALES DISFRASADOS QUE DEBEN PAGAR POR AQUELLOS HECHOS
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