lunes, 13 de agosto de 2012

EQUIVOCACION VERGONZOSA

Por:LEONOR PORCELLA DE BREA
Listin diario .17 de marzo del 2010.

La vergu¨enza es una condición imprescindible en el ser humano para que la dignidad se establezca definitivamente en la humanidad del presente. Esa dignidad tan ultrajada, tantas veces pisoteada por hechos deplorables y por arrebatos de la palabra comunicada, no logra desaparecer por estar fortalecida por la vergu¨enza; ambas unidas forman la columna vertebral de los conceptos, heridos por desplazamientos indeseados de las ocurrencias de la época en que vivimos, con determinadas aberraciones expuestas por personas desaprensivas que toman caminos equivocados. Esas equivocaciones que nos exponen al sufrimiento a través de la existencia nos permiten pensar que somos sobrevivientes de la vida como pasajeros del mundo.

¡Sobrevivientes! porque el ser humano es muy susceptible a las heridas profundas, y los dominicanos sobrevivimos a la feroz dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. Todos los nacionales, a excepción de algunos de sus colaboradores, sufrieron las embestidas de una etapa impactantemente desestabilizadora, tanto físicamente como del alma y la moral, desde 1930 a 1961, marcándonos sicológicamente a todos los dominicanos y a nuestro país.

Es evidente que la señora Angelita Trujillo Martínez no vivió la evolución de República Dominicana; cuando ella se marchó del país, esta capital denominada, Ciudad Trujillo, llevaba los labios mudos y el corazón al galope a causa del horror de los asesinatos; igual que por los “cepillos” con sus sirenas estridentes, exponentes del terror que circulaba por las venas del dominicano, que conocía que esos automóviles eran conductores a las peores torturas impuestas por el Generalísimo, de la tragedia de 31 años de dolor y humillaciones. Hoy esta capital no es el pueblo que ella dejó, ¡es una gran ciudad, Santo Domingo! con el país democrático, y 10 millones de habitantes que rechaza todo lo que signifique dictadura.

Fue penoso querer tapar el sol con un dedo mediante el libro titulado “Trujillo, mi padre”, una historia vista solamente con el corazón de su hija, pero no ceñida a la verdad histórica de la era de Trujillo, amo y señor de esta tierra mientras la dominó. Esta señora regresa a su país denigrando a los ajusticiadores de la más férrea dictadura de Latinoamérica ¡Qué equivocación vergonzosa! Puedo dar testimonio de que el señor Luis Amiama Tió, sumamente amigo de mi esposo, el doctor Aulio Brea Ortega, fue defensor de los derechos del hombre. Noble persona, valiente y humano, nunca ideó el monstruoso asesinato de las hermanas Mirabal; por el contrario siempre iba a casa consternado en cada asesinato del dictador, incluyendo el más sentido y de más repercusión entre todos, por tratarse de tres mujeres, siendo al mismo tiempo tres hermanas: las Mirabal.

La historia no soporta falacias; la nuestra ha sido muy sufrida y triste y nadie, absolutamente nadie por más dominicano que sea, por más enterado de datos secretos, por más poder que haya tenido o que tenga, no tiene el derecho de enlodar a nadie sin pruebas, ni venir a su país con bombos y platillos -o sin ellos- para supuestamente aportar en su libro datos históricos distorsionados a los previamente narrados por grandes historiadores nacionales ceñidos a la verdad desinteresada.

Nadie puede ofrecer datos inciertos con relación a los hechos pasados que hoy conforman la historia de República Dominicana.

Esos datos considerados por la señora Trujillo como “aportes a la historia” son una vergu¨enza para nuestra historia, porque los héroes del 30 de Mayo lo han sido desde el ajusticiamiento del dictador, y después de 50 años creyendo una realidad invariable por conocimiento de los personajes ejecutores y testigos, nadie con teorías emocionalmente infundadas puede destruir la verdad ineludible.

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